“Del puerto de La Guaira a Brasil… ¡y a mil
anécdotas!”
El calor era insoportable en el
puerto de La Guaira, solo la brisa del mar aliviaba el sofoco de Lola. Había
mucha gente y todos con agitación. Unos lloraban y otros reían, abrazos y besos
venían e iban. Los corazones se estremecían al escuchar el bucólico sonido de
la sirena del trasatlántico, advirtiendo que lo inevitable estaba por suceder:
zarparía, y con él se llevaría a la tía Isabel.
Ella se despedía de su hermano y
cuñada, luego de Antonio y, por último, de su sobrina mayor.
—Lamento no poder quedarme más y
no acompañarte para el nacimiento de tu “cuatro de ocho” —le decía a Lola
mientras le acariciaba el rostro y la barriga, ya bien notoria—, pero te
aseguro que estaré muy pendiente de ese gran acontecimiento. Cuídate mucho, mi
amor siempre estará con ustedes.
La abrazó con mucho sentimiento y
se alejó de todos ellos con una gran sonrisa, que contradecía sus tristes ojos.
La vieron perderse por el muelle, entre la multitud de viajeros. No regresaría
a España: iría a Miami y de ahí a Nueva York, a visitar a su hija Candelaria.
La noche caía, el Santa María
tenía encendidas sus luces semejando una constelación al ras del mar, lucía
imponente; haciendo que ellos parecieran hormigas, más insignificantes de lo
que ya se sentían por la impotencia de no haber podido retener, por más tiempo,
a la tía. Se oían gritos de despedidas y pañuelos blancos ondeaban desde
tierra, despidiendo a sus seres queridos… a aquellos que no sabían cuándo
volverían a ver. Se quedaron allí, observando cómo se alejaba, hasta que solo
divisaron en la lejanía un gran punto luminoso, perdiéndose en alta mar.
Lola esa noche durmió profundo,
descansando del ajetreo del día anterior. Al despertar no encontró a Antonio a
su lado, ni a él ni a los niños en casa. Se asomó por la ventana de su
habitación, logrando ver que, en los jardines de la casa de su madre, estaban
jugando sus hijos, como abejas alrededor de las flores.
La verja que dividía los jardines
de ambas casas estaba abierta de par en par… ya era permanente esta situación.
Desde que se casó con Antonio, las dos casas se habían convertido en una.
En la medida que avanzaba hacia
la casa paterna, Lola se relajaba. Las flores se hallaban por doquier, igual
que los frutos de los árboles, que se encontraban esparcidos por el suelo. La
carga de este año había sido generosa. Las fragancias dulces y ácidas se
entremezclaban.
Se sentía bien esa mañana, a
pesar de que el bebé en el vientre se le encajaba. Paso a paso se acercaba; y a
cada paso que daba, las voces se escuchaban más alteradas. Todos estaban
reunidos en la terraza de la cocina. Hablaban y hablaban, todos al mismo
tiempo. Los niños se encontraban ahora sentados en los escalones, mirando
atentos a todos los que allí se hallaban.
Al ver a Lola, Antonio pidió a
todos que guardaran silencio, y así lo hicieron. Ella se quedó viéndolos
intrigada.
—Padre, ¿qué te pasa? —le
preguntó Lola, sujetando su vientre con las manos, mientras corría hacia él.
Don Luis estaba pálido y mantenía
su mano en el lado izquierdo del pecho, bajándola de vez en cuando por el
brazo.
—¿Qué pasa, padre? —volvió a
preguntarle, esta vez de rodillas ante él y abrazada a su regazo.
Antonio acercó un asiento al lado
de su suegro y, cargando a su amada, la sentó allí.
Todos guardaban el más estricto
silencio, esperando quién y cómo le contarían a Lola el acontecimiento.
—Amor, deja tranquilo a tu padre,
está algo sofocado. Yo te informaré lo que sucede —le dijo Antonio, sentándose
frente a ella—. Bueno, sucede que el trasatlántico que abordó tu tía Isabel fue
desviado de su curso; en vez de seguir su ruta hacia Norteamérica, se dirige a
África. Durante tres días no se supo de él, pero ya se sabe que ha sido
secuestrado, manteniendo como rehenes a los pasajeros y tripulantes. Llevan
doce días de cautiverio. Se está negociando y creo que los liberarán hoy en
Brasil. Es lo que se sabe; está en los noticieros y periódicos de todo el
mundo, The New York Times y Paris Match, entre otros.
Al parecer, la causa es política,
no de simple piratería. Hoy mismo se sabrá si las autoridades de Brasil les
conceden el asilo político solicitado. Si lo dan, todo termina y no pasa más
nada. Todos se encuentran en perfectas condiciones. Eso es, amor, eso es lo que
pasa…
Cuando terminó de hablar, todas
las miradas se posaron en Lola, esperando su reacción. Ella quedó callada. Sus
ojos se movían de un lado para otro, pensaba. Bajó la cabeza hasta el pecho,
abrazando fuertemente su vientre.
De repente, empezó a temblar,
todo su cuerpo se agitaba. Era evidente que contenía sus emociones.
—Perdona, padre mío, mi
insolencia; sé que es tu hermana y debes, por ella, estar preocupado… ¡pero qué
suerte tiene la tía! —dijo esto al tiempo que echaba la cabeza para atrás y
soltaba una carcajada tan contagiosa, que todos empezaron a reír con ella, sin
saber por qué.
—¿Por qué nos estamos riendo,
hija, si no es nada gracioso? —le preguntó Don Luis, evidentemente más
relajado.
—¡Ah, padre! Mi tía lleva tiempo
a bordo. ¿Te imaginas la cantidad de gente de la que se habrá hecho amiga? ¿La
cantidad de historias de las que se habrá enterado, las cuales magnificará para
contarlas a sus conocidos al llegar a España? Además, ¿no estamos en febrero?
Se celebra en Brasil uno de los más grandes carnavales del mundo… ¡por Dios,
padre, la tía lo está pasando de lo lindo!
Cogió entre sus manos el rostro
de su padre y lo besó tiernamente; con la mirada serena de ella, él se
tranquilizó.
Ese mismo día recibieron un
telegrama: ¡la tía Isabel estaba en el puerto de Recife, Brasil, rumbo a Río de
Janeiro, y aprovecharía el evento para disfrutar de los Carnavales!
Todos empezaron a echar chistes a
costa de la tía Isabel, menos Doña Matilde, quien estaba arrepentida de no
haber aceptado la invitación de ella para que la acompañara en el viaje… ¡moría
de la envidia por haberse perdido tales aventuras!
“Tía Isabel: secuestrada en alta mar, ¡pero con samba
en el corazón!”
ESPECTACULAR, nunca deja de sorprenderme :)
ResponderEliminarGracias cariño :)
ResponderEliminarDespues de un buen susto, un buen gusto! A quien Dios se lo da, San Pedro se lo bendice! Menos mal que se escaparon del Triangulo de las Bermudas. Buena composición.
ResponderEliminarGracias néstor. Viajar, en aquella época en un Trnasatlántico era toda una experiencia, porque, además de turístas... estaban aquellos que dejaban atrás toda una vida!
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