sábado, 6 de noviembre de 2010

FELIZ EN EXTREMO?



Me acosté anoche... como todas las noches, pensando en las expropiaciones, en las leyes que regulan las tierras urbanas, en el PSUV, en la bancarrota moral y económica de mi patria... en esto y en aquello... o sea, en el desgraciado de Chavez!!!
Me dolía la cabeza y tenía taquicardia, me tomé un diclofenac potásico y un lexotanil; para mayor seguridad... me tomé dos lexotanil más y cinco aspirinas... para evitar me diera un ACV o un infarto mientras dormía... pensando en el desgraciado de Chavez!!!
No se si fue por los medicamentos, o porque he logrado cierto autodominio del estrés... lo cierto del caso, es que sentí que mi cuerpo se ponía laxo y mi mente en blanco... No recuerdo más nada de anoche.

Caminaba tranquila por las calles de la ciudad, sin prisa ni angustias. Veía como la gente a mi derredor se movía de un lado a otro, a tal velocidad, que parecían que chocarían entre ellas. Sus rostros estaban todos desfigurados por el dolor y la angustia. hablaban sobre cosas para mi desconocidas: que si el hampa me mató un hijo; que si van a manipular a mis hijos con los "círculos infantiles"; que si quieren que preste el servicio militar; que si el tirano nos va a dejar en bancarrota; que me quitarán mi casa y mi empresa; que no hay asistencia médica ni salud pública; que si la comida y todo lo demás está por las nubes... y pare de contar! De qué hablaban esa gente? Yo no les entendía nada!
Seguí por mi camino... nada de eso me afectaba. Tomé los ejemplares de la prensa que consideré necesitaría; pasé por la panadería y tomé todo cuanto quise; también por Burguer King y me harté; pasé por el supermercado... no cualquier supermercado, el mejor de la ciudad, y me abastecí para un buen tiempo. Me entretuve paseando por las plazas y avenidas sin ser víctima del hampa; me hice de zapatos y ropa nueva... hasta un lindo sombrero que bien me lucía. Un paraguas y varios electromésticos, que no necesitaba, pero que los tomé a manera de inversión... los revendería. Era yo una negociante próspera, donde todo era ganancia y nada de pérdidas. Lo tenía todo y nada necesitaba. Por el camino fui saludando y conversando con tantos amigos y conocidos, que como yo, eran en extremo felices; en realidad... éramos la mayoría.
De vuelta al hogar... hermoso, amplio... ubicado en un lugar privilegiado del valle, rodeado de las montañas, y cientos de árboles -donde el trinar de las aves reinaba- eran el cerco de mi propiedad... allá a lo lejos, donde el horizonte se pierde de vista. Teníamos energía y agua en abundancia... éramos afortunados, nada nos faltaba y nada nos aquejaba. Mi familia estaba compuesta por unos seis miembros... vivíamos en comuna. Si, debo confesar... éramos una suerte de "hippies"... todo "paz" y "amor".
Caída la noche, decidimos bañarnos y pasar una velada romántica, juntos todos, los seis. Practicábamos el amor libre... Nuestras cuerpos eran esbeltos, sin grasas ni celulitis, y la piel tersa por las máscaras de barro y aceites naturales que nos protegían de los rayos ultravioleta del sol.... todo era perfecto en nuestras vidas. Éramos felices en extremo!!!

De repente, guardamos silencio... escuchamos ruidos sospechosos provenientes del jardín y vimos luces -artificiales- que titilaban entres los árboles. Sin previo aviso, nos vimos rodeados de hombres uniformados de verde olivo, no eran del ejército... sino de la reserva!
- Miren pues, estos gozando en pelota en las aguas hediondas de la quebrada! -dijo uno con el léxico propio de los malandros, al tiempo que nos alumbraba con su linterna.
- Guácala... son un bojote de indigentes!! -vociferó otro con acento cubano.
- Salgan de ahí... uno por uno, con las manos en la cabeza! - ordenó el tuqui... el malandro estaba agresivo.
- Qué pasa, por qué esta agresión? Somos gente de paz y bien - protesté yo en alta voz.
- Van presos toditos... -dijo con sarcasmo el cubano.
- Pero.. por qué chico -insistí yo- si estamos tranquilos aquí en casa, sin molestar a nadie?
- En casa? -soltó una carcajada- esto es un parque público! - y diciendo eso... me dio un culetazo con el fusil ruso, que cargaba muy orgulloso el cubano.
- Bueno, nosotros somos pobres... el comandante dijo que en el Socialismo del siglo XXI, todo era para nosotros... que acabaría con los pobres!! - argumenté en mi defensa.
- ajajaja ajajaja -se rieron todos al unísono, como hienas.
- Claro que acabaremos con los pobres... no votan, no trabajan, no producen, no pagan impuestos... nada tienen que podamos tomar de ellos... claro que acabaremos con ustedes!! - Dijo muerto de la risa el malandro.
- Nos matarán? - pregunté toda cagada del susto.
- Ni lo sueñes... no por ahora. Los llevaremos para los campamentos... allá en Barinas, donde los guerrilleros y etarras se entrenan. Tendrán que trabajar para nosotros, y votarán en las elecciones del 2012, a favor del comandante, claro está... después veremos que haremos con ustedes! - habló el cubano, que parecía ser el jefe del grupo, mientras me caía a culetazo.

Desperté sentada en la cama, sudando frío y temblorosa... nojoda, yo que estaba soñando tan bonito, que era en extremo feliz... y aparece el desgraciado de Chavez, expropiandome el sueño y volviéndolo mierda!

martes, 21 de septiembre de 2010

"BRUJAS"



Hacía mucho se había planificado el encuentro, o debería decirse... el reencuentro? Lo cierto del caso era que el tiempo estaba por cumplirse y no era aceptable dilación alguna. La reunión tendría lugar en la fecha fijada y en el lugar escogido; no se le haría ninguna trampa al destino. Las cartas se habían echado... solo faltaba la jugada.

- Ludivina?
- Mujer, por fin llamas, dime... a que hora sales?
- A la hora fijada, si no surgen inconvenientes?
- Con qué... con el avión o la escoba? – dijo esto soltando una carcajada..
- Eres una bruja!
- Si, es cierto... pero tu eres la bruja mayor! Aquí tengo a Juana al lado mío, desesperada por hablar contigo, te la pongo.
- Hola amiga, Ludivina y yo hemos esperado esta llamada con ansias... pensábamos que ya no vendrías!
- Por nada del mundo perdería esta reunión de brujas! Todo según lo convenido... les aviso al llegar a Madrid, una vez que tenga el boleto del tren en mano, para que sepan a que hora llego a Gijón.
- Vente bien abrigada, el frío está que cala los huesos...
- Tranquila, mi escoba tiene calefacción...- y también soltó su carcajada.

Se trancó la comunicación... el viaje se iniciaba a su destino final. Cristiana guardó su celular y con maletín en mano... abordó el avión. Todo según lo previsto. Nada cambiaría aquella cita... así había sido escrito mucho tiempo atrás.
Una vez en Barajas, se dirigió sin pérdida de tiempo alguno a Chamartín; con el boleto en manos, llamó a las amigas notificándoles su llegada a España y el inicio del viaje en tren... el que la conduciría a ellas. A pesar de haber viajado muchas horas... se encontraba -prácticamente- a la misma hora de su partida, había retrocedido en el tiempo... estaba destinada a ello de manera inexorable.
Se despojó de su abrigo y guantes; se acomodó en su asiento e hizo unas llamadas importantes. Tenía que entregar un mensaje personalmente a Jacinto, quien se encontraría en el café junto a Cercanías, justo antes de hacer el transbordo de tren hacia Avilés, donde se reuniría con Juana y Ludivina. El cansancio la vencía y aún le faltaba mucho camino por recorrer.
Pensaba en Jacinto. No le conocía, nunca antes le había visto. Eso no la inquietaba, pues contaba con lo necesario para identificarlo justo cuando lo tuviera enfrente. El encuentro la tenía entusiasmada; no obstante ello, el sueño la abatía. Quedó profundamente dormida.
Al llegar a la estación de Oviedo, se despertó. Se levantó a estirar las piernas, arreglarse y comer algo. Aún faltaba para llegar a Gijón. En un abrir y cerrar de ojos… Cercanías! Se apeó con calma y con calma caminó por las calles al café. Caía el sol. A pesar del frío intenso de otoño, el cielo estaba despejado… completamente descubierto. La tarde estaba luminosa, pintando de un intenso amarillo toda la costa, los edificios y sus tejados. Allí estaba Jacinto… sentado alrededor de una mesa junto a dos jóvenes mujeres. La estancia olía a café y dulces aromas… más dulces que la brisa del mar que todo lo invadía. Se sentó en la mesa de al lado, junto a ellos. Las chicas que acompañaban a Jacinto voltearon a verla… y de inmediato, con cara de espanto, susurraron entre si:
- Viste? Es ella!
- Si… será verdad lo que cuentan?
Jacinto, observando a sus amigas cuchichear… quedó todo intrigado.
- De que habláis, por qué no me cuentan? – les dijo inquiriéndoles respuesta.
- Jacinto, la doña de al lado es la escritora que llaman “bruja”… porque escribe solo sobres muertos y reencarnados.- Dijo una de las chicas aún susurrando.
- Si, dicen que algunos que leen sus cuentos… quedan como en estado hipnótico… cambiándoles la vida después –apuntó la otra.
- Ah! Se de quién están hablando… la que escribió “La Niña y el Gato” “El Tren Que No Paraba” y “Brujas”… y otros cuentos más.
- Hombre, tu los leíste?
- Para nada, me lo comentaron. Son puras sandeces, cosas de ignorantes y crédulos… joder! – y sin pensarlo dos veces se volteó hacia Cristiana y le habló.
- Perdone que le moleste doña… es usted la escritora? Le preguntó él con desparpajo.
- Soy una de tantas… - contestó ella sin molestarse en mirarlo.
- La que llaman… bruja? Porque si es así, permítame decirle que su apariencia no concuerda- dijo esto soltando una impertinente carcajada.
Ella se puso de pie, lentamente, ante él… y lentamente el silencio se hizo en todo el recinto.
- Levántate chiquillo… para que me mires bien - le extendió una mano invitándole a ponerse de pie. Jacinto, con cara de pendejo, tomó su mano y se levantó frente a ella.
- Me ves?
- No puedo verla bien. La luz del sol me pega en la cara – contestó él… sin soltarle la mano.
- No juzgues a la gente por su apariencia – ella le dijo eso al tiempo que de lugar cambiaran. El sol le daba a ella, ahora, en la cara. Podía él verle, entonces, directo a los ojos. Ojos bañados de luz… que como agua cristalina dejaban ver un fondo profundo y rocoso.
- Jacinto, para saber quien es cada quien, tienes que dejar de ver rostros… tienes que aprender a ver el alma! – pronunció estas palabras con tal firmeza y fuerza que dio la impresión que retumbaran a kilómetros de distancia; pero no fue así… le habló en voz baja.
Jacinto no decía nada… solo la miraba. Todo él sumergido estaba en su mirada. Le pareció ver cosas que no estaban… y recordar sensaciones que creía no haber vivido. Sentía, primero, flotar sobre el piso y luego dar vueltas alrededor de ella a gran velocidad; como si un remolino lo zarandeara sin parar… le dio vértigo, tenía ganas de vomitar. Vomitó, desplomándose inconsciente en el piso.
Las jóvenes que acompañaban a Jacinto, no pronunciaron ni una palabra… ni socorrieron al amigo; paralizadas en sus asientos… ni siquiera levantaban la vista. Estaban petrificadas… como si de rocas se trataran.
Cristiana tomó el último sorbo de café… con calma y satisfecha. El mensaje había sido entregado. Jacinto ya no andaría por la vida haciendo pavadas… tendría consciencia de su existencia, tal como la tenía ella.
- Con la necesidad de guardianes que tiene el Cielo y éste de juerga como si estuviera de ferias… joder!- exclamó ella.
- Qué hacen tontuelas? –se dirigió a las jóvenes- Por qué no se levantan y ayudan a su amigo, no ven que debe haberse desmayado por no haber comido algo? – dijo esto, dando media vuelta y yéndose a la estación de trenes… a Avilés se marchaba… como si no hubiese sucedido nada!
- Ya se fue? – pregunto una de las chiquillas asustadas.
- Escuché sus pasos alejarse… lo llamó Jacinto, cómo supo su nombre? Ave María Purísima… si es una bruja!- contesto la otra, aún del miedo congelada.

Ya en el tren que conduce a Avilés, estaba completamente relajada y alegre. Desde el inicio de su largo trayecto había visto por la ventana los paisajes agrestes y urbanos, uno en sucesión del otro, repetidamente... a una velocidad solo comparable a la de los recuerdos que venían a su mente, en abundancia y en una intensidad tal… que la dejaban aturdida.
Era imposible no recordar esos paisajes prístinos del continente austral, donde la pureza del aire hacía que la visión lo uniera con las aguas calmas y las riveras encharcadas… como un todo; como si estuviesen flotando dentro de una burbuja de líquido mercurio… denso y mágico, mientras ella acompañaba a su padre –en absoluto silencio- cuando en su bote pescaba. Lo recordaba a él, siempre callado y con la mirada perdida. Recordaba como la veía con desdén, hasta con rabia y como con sus toscas manos la golpeaba. Jamás le perdonaría el hecho de que su joven y amada esposa muriera por parirla a ella. No la alimentaba. Cuando a su famélico cuerpecito agua le prodigaba… se lo tiraba en la cara, para que la bebiera del piso… como una alimaña. Así, tirada en el suelo absorbiendo el agua, podía ver en ella reflejada la imagen de ese infeliz hombre… alto, de cabellos rojos y con unos ojos azules tan intimidantes… como el cielo tormentoso en alta mar. Y allí, tumbada, él la pateaba mientras le reclamaba su extremo parecido con su madre, lo cual juzgaba como una insolencia por no permitirle olvidarla. Ese buen hombre, perdido en su impotencia y enojo, le había dado la primera lección de su vida… que el perdonar las villanías del que ama con dolor… está bien.

También surgía en su mente los recuerdos de su estancia en ese pequeño territorio de la Europa Oriental; de las largas calles de tierra negra, alfombradas y perfumadas por las flores de Tilo. Esos grandes y frondosos árboles que las enmarcaban… como claras señales de caminos conocidos. Escuchaba la risa de ella y sus amigos, correteando a los gatos para colocarles cascabeles que retumbaran en sus oídos. Las risas no cesaban. Corrían, en árboles se encaramaban, rodaban por el piso y por todo se maravillaban. Desde los deditos de sus gorditos pies hasta sus desprolijas cabelleras, cundidas de piojos, las flores de los tilos los envolvían como hermosos regalos… como valiosos tesoros. En este pasaje de su vida aprendió que siempre la niñez debe estar rodeada de amigos, despreocupación y alegrías…eso estaba bien.

Recordaba aquellas tardes soleadas de verano, refrescadas por la brisa proveniente del cantábrico; sentada en el piso de tierra barrida, junto a aquella madre –de ese entonces- que abnegadamente y con mucha paciencia, le enseñaba sus primeras letras; las dibujaba con un palillo hecho de una rama caída y la madre las borraba y las corregía, por estar ella siempre distraída. Observaba a su amoroso padre venir por el camino empinado, con pesadas vasijas de barro llenas de agua fresca del río, pero con una amplia sonrisa… cuando estudiar la veía. Había aprendido, que no valían las posesiones, si entre padres e hijos existía amor, dedicación y respeto… y si la instrucción se impartía. Eso estaba bien.

Y cómo olvidar aquél miserable día en que se le enseñó que cada quién cosecha lo que siembra? Hincada de rodillas en la fangosa tierra, fue obligada por el furioso padre a poner su cara contra ésta… mientras la azotaba sin piedad. Desde el suelo, con el rostro semicubierto, por su cabello lacio y negro empapado de barro y sangre, lograba atisbar los cestos llenos de mangos, y al fondo los platanales. Era tiempo de cosecha. También podía oler la acidez de los frutos que en el suelo se descomponían. Dulces y amargos aromas envolvían su trágico día. Su pequeña hija, concebida sin unión bendita por el amor, se había ahogado en el pozo… sin auxilio alguno, por estar ella con holgazanería. Después de la paliza iracunda de su padre, fue desterrada del fundo de éste; jamás volvería a ver a su familia vietnamita. El traer hijos a este mundo sin amor y sin responsabilizarse por ellos… era un mal asunto. Eso no estaba bien. Jamás olvidaría aquella lección… jamás tal vileza repetiría.

Por el contrario, en su siguiente vez, se esforzó por ser útil y valiosa a sus semejantes. De esta manera se reinvidicó ante Dios, cuando en una abigarrada tarde de incipiente primavera, se lanzó del muelle para ayudar a su hermanita que se ahogaba. Ella la adoraba. Era una bebé dulce y quieta… que solo sonreía. Oía los gritos de su desesperada madre, que le suplicaba que la salvara. Impulsada por la angustia de ésta, se despojó de su abrigado ropaje para lanzarse al agua; pero se detuvo, por un instante, el miedo la paralizaba. En aquellas aguas translúcidas por su pureza… nadie se bañaba. Eran profundas y traicioneras… por las abundantes algas verdes y negras que en ellas se propagaban. Vio el cuerpecito agitándose bajo la superficie y se llenó de coraje… lanzándose a las frías aguas. Luchó valientemente para alcanzarla, rescatándola del follaje marino y sacándola a la superficie… a la madre entregándosela. Ésta se fue presurosa del lugar para brindarle socorro a la infante, dejándola olvidada… sumergida. No alcanzaba la superficie, enredada estaba; entre más luchaba por librarse de sus amarras, más se cansaba… se ahogaba. No sentía miedo ni rabia, estaba tranquila… la paz la embargaba. Su deuda con la vida anterior… estaba saldada. Amar a los semejantes como a uno mismo, está bien. Sacrificar nuestras vidas por un inocente… está muy bien.

Era obvio que en el transcurrir de su vida sus aprendizajes no solo provenían de duras y tristes lecciones; ni tampoco de la absoluta pobreza. Algo que siempre la había animado a seguir adelante, era el recuerdo de los festejos y alianzas. De ello había aprendido que cuando las personas se unen con amor y alegrías y se comprometen al respeto y cooperación mutua… florecen las familias felices y prósperas… las sociedades sanas; donde los males no agobian. Y eso… era muy bueno!

Entre uno y otros recuerdos, el tiempo transcurrió en un abrir y cerrar de ojos. No podía creer lo que estaba viendo. Había llegado a Avilés y descendido del vagón…. y allí estaban ellas! Ludivina, de mediana estatura, morena, de ojos y cabellos oscuros, almendrados… como una mora. Había sido la hijita que dejó ahogar en el pozo y la hermanita que salvara de ahogarse en las heladas aguas. Y Juana? Tan diminuta y acomodadita, como una muñeca de porcelana. Su piel, cabellos y ojos eran del color de la miel… y así de dulce era. Ella fue el padre que la maltratara hasta matarla; el que la corrigiera a golpes, desterrándola y el que, posteriormente, la amara y enseñara. Cuántos valiosos instantes compartidos y cuánta enseñanza mutua impartida!
Soltó el equipaje, dejándolo atrás al correr en pos de ellas. Se abrazaron fuertemente, como enganchándose… para que no las separaran. Entre ellas había un cómplice silencio. Si no fuera por los gimoteos entrecortados producidos por el llanto reprimido… se hubiera podido decir que se escuchaban las lágrimas que rodaban por sus mejillas. Separaron sus rostros, sin dejar de abrazarse, se veían unas a otras con sonrisas espléndidas, propias de la felicidad que las embargaba. Sin soltarse, recogieron el equipaje con las manos libres y así salieron del andén… como un alma sola en perfecta paz y armonía. Una vez en la calle y mirando hacia atrás, podía observarse la estación ferroviaria; a la edificación antigua le había sido agregado, a manera de ampliación, un nuevo edificio moderno. Testimonio fiel de dos siglos superpuestos, continuos… bien conocidos por ellas; de nuevo sonrieron. Continuaron su camino. La urbe parecía desolada, pero mágica; tenía todo lo bello y bueno del pasado y del presente… era ecléctica. Mucho frío, mucho verde, seco el ambiente. Todo pintado de un amarillo rancio, sin brillo… por el ocaso del sol . Solo se escuchaba el incesante taconeo al caminar por las empedradas callejuelas y el crujir de las hojas secas arrancadas por la brisa. Todo estaba en profunda calma, uno que otro trinar de ave rompía aquel silencio.
Una vez en casa de Juana, desprovistas del pesado ropaje, se sentaron en la mesa de la cocina. Estaban calladas, pero no porque no tuviesen nada que decirse; por el contrario, era tal la ansiedad de contarse las nuevas experiencias… que no sabían por donde comenzar. Además cualquiera de ellas esperaba que la otra comenzara. Servido el vino, Cristiana tomó la palabra.
- Chicas, quiero hacer un brindis, por nosotras y… por coincidir!
- Por nosotras y por coincidir! – brindaron Ludivina y Juana con estruendosa alegría.
De ahí en adelante, no pararon de hablar. Entre copas, tapas y fotografías… amanecieron. Habían puesto música, a bajo volumen… no querían compartir con nadie esa singular alegría, la fiesta era solo de ellas. Estaba sonando la canción que habían adoptado el siglo pasado, como himno de sus encuentros y despedidas… “Coincidir”. Estaban embriagadas por el alcohol y la alegría. Cantaban al unísono el coro de esa canción:
- “Soy vecino de este mundo por un rato… y hoy coincide que también tú estás aquí; coincidencias tan extrañas de la vida… Tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir…”

Soltaban risas sinceras y profundas… salidas del alma; almas que habían desnudado, desprovisto de la personalidad tomada para la vida presente… vistiéndolas de la más pura inmortalidad.

domingo, 12 de septiembre de 2010

EL AMANECER







Su cuerpo yacía desnudo a un costado de la cama. Estaba despierto, mirando fijamente la ventana. Veía como la fresca brisa primaveral se colaba entre las cortinas, ondeándolas una y otra vez; al tiempo que la habitación se impregnaba de los dulces aromas del jazmin y de los manzanos, del orégano y del romero y de la fragancia de ella... que la tenía a su lado. Solo vivía para despertar y ver el amanacer. Se quedaba mirando la ventana, suplicándole a Dios que aparecieran los primeros rayos de sol... y se produjera el milagro.

Como mágica aparición, la luz fue inundando la habitación y sus rayos todo lo iluminaba suavemente... como la visión a través de un velo de novia. El espejo frente la cama, semejaba un lago de plata que refleja la más bellas de las siluetas... las de ellos.
Como todos los días, todo estaba por comenzar... y eso lo agitaba; pero se quedaba quieto, como dormido. Sintió, de repente, como el pie de ella se movía en busca del suyo. Contuvo la respiración y cerró los ojos, no quería que supiese que estaba despierto ni que todas las mañanas con ansias... su despertar esperaba.

Todo su cuerpo se estremeció cuando sus brazos lo rodearon... se iniciaba el milagro! Lo acariciaba suave y lentamente de arriba a abajo, como el vaivén de las olas a la orilla de un lago. Se le acercaba tanto, que podía sentir su aliento... como sentía la brisa de la mañana . Se le encaramaba, sentía el calor de su vientre en sus nalgas y sus suaves pechos le rozaban la espalda. Su cara tibia se apoyaba en su mejilla, mientras le besaba sus ojos, sus orejas... toda su cara; sin dejar quietas las manos... que todo lo tocaban. Ella lo besaba, de cabeza a los pies... sin perderse de nada. Como le gustaba eso, su peso, su calor... sus caricias, sus besos; solo Dios sabía cuanto la amaba!
Sin poderse contener más, se dió vuelta, sosteniéndola firmemente con sus brazos; para que quedase arriba... como le gustaba.Vio su rostro iluminado por la mañana. Lo tomó con sus manos, por las orejas hasta la nuca y lo atrajo hacia sí... para poder besarla, una y otra vez... mientras se abría camino a sus entrañas; suave y lento, para grabar en su mente esa sensación de gloria... que al firmamento lo elevaba. Ella mantenía el control, con el ritmo de sus caderas... con sus manos a las de él entrelazadas.
El la miraba fijo, con la respiración entrecortada. Deseaba detener el tiempo... que esa mañana jamás acabara. El inmenso placer que sentía solo se comparaba con el miedo que le agobiaba; qué sería de su vida, de sus días... si despertara una mañana y ella a su lado no estuviese?



Ana Margarita.-



Nota: La FOTO que ilustra el presente relato fue bajada de Imágenes de Google; se desconoce autor o propietario, a ellos los méritos y derechos que puedan corresponderle.

martes, 24 de agosto de 2010

CIUDADANA, SUS PAPELES Y CONTRA LA PARED!

Se han levantado ustedes, alguna vez, con la sensación de que ese día... no es el día... que no les irá bien? Este día... eso, a mi, me pasó. Ahora, no sé, si a los policías, que dieron conmigo, tuvieron igual presentimiento... que ese día... mal les iría! Como es de costumbre...mi vida azarosa es. Al igual que todos los días... me levanté a las cinco de la mañana. Pero, noté una diferencia... en vez de pararme enérgicamente, como joven de 30 años, me quedé sentada en el borde de la cama. Algo sucedía, pues... me sentía acobardada. Tenía el presentimiento de que ese día... no sería buen día. Lo que jamás pensé, es que ese presentimiento... a mí... no me correspondía, sino a un par de policías, que para su infortunio, se atravesaron en mi vida!
El largo día estaba por llegar a su fin. Cayó una lluvia torrencial sobre toda la ciudad... un verdadero diluvio! Había dado de cenar a mis dos nietos, hijos de mi Hijo Carlos Alberto. Los cuales cuido, hasta que él y su joven esposa, regresen; ambos cursan estudios nocturnos. Cuando había terminado de ponerles la pijama a los niños.... suena el teléfono.
- Mamá, nos puedes venir a buscar a la Terminal de Pasajeros? Pues, por el palo de agua, el transporte público está paralizado!
- Carajo, Carlos... y cómo hago con tus hijos? Tu hermana no está en casa para cuidarlos... tendré que llevármelos...
- Tendrás que traerlos contigo... te lo juro madre, tenemos más de una hora esperando... no hay, ni habrá transporte... esto es un caos!
- Ni modo, estén pendientes, pues. Abrigo y monto a los niños y salgo para allá de inmediato! De inmediato? Já, el trayecto... largo seria! Abrigué bien a las criaturas. Agarré a Emanuel y lo acomodé en la silla especial para bebés. Estando dentro del carro, haciendo esta indispensable tarea, me di cuenta que en el portamaletas... aún permanecían -desde el día anterior- una serie abundante de objetos; todos apretados y mal colocados; de hecho, se habían caído y apoyado contra la portezuela... por el ir y venir del día. Si la abría... encima... todos me caerían. Nada -pensé- que lo acomoden los muchachos después! Entre por Jesús David y bordeé la camioneta, lo acomodé al otro lado del asiento posterior, junto a Emanuel y le puse su cinturón de seguridad. También me percaté de que aún permanecían los escritos hechos por los estudiantes, que protestaban en la avenida en la mañana. Todos los vidrios del carro, excepto el parabrisas delantero... contenían improperios contra el gobierno! jeje... aunque era solidaria con esas opiniones, sabía que no era conveniente que allí estuvieran expuestas, dadas las represalias del gobierno contra los opositores al mismo... Total - pensé en voz alta- es de noche lluviosa... pocos podrán leerlo... no tendré problema alguno! Confiada en Dios y encomendada a Él... me puse en marcha hacia mi destino. Desde la casa a la Terminal habrían, como mucho, unos seis Kilómetros de distancia. Normalmente me llevaría unos 15 minutos llegar, con tráfico. Claro, no había considerado el aguacero del día... y que aún no paraba de llover. Las calles estaban inundadas... vehículos ahogados por todos lados... arrimados. Conociendo, como conozco, a mi carro... sabía que pasaría esas suertes de lagunas que en ellas se habían formado. Era como yo... una 4x4... toda terreno! Así pues, emprendí mi aventura... en marcha continua, para no estancarme. Emocionada... pues parecía que iba en una lancha... levantando, por los costados, mucha agua. Ya habían transcurridos unos 20 minutos y lejos, aún, de mi destino estaba. Los niños se alteraban. Jesús David no dejaba de molestar a su hermanito, quien por lo gordito... lo mordisqueaba. Por las risas y los llantos... por todo el alboroto... no me percaté que, dos policías, una alcabala formaban. No me dio tiempo de reducir la velocidad, así que... los empapé, con las olas que el carro desplazaba.
- Uyyyyyy!!!! -dije en voz alta- esta mojadita... me va a salir cara! Dicho y hecho! Miré por el retrovisor y vi como levantaban la mano... dándome señal de ALTO... y con la misma, que a la carretera... me orillara! Así lo hice... para ellos... su desgracia! Al acercarse los policías... uno me abordó por la ventanilla... el otro? se quedó por la retaguardia... leyendo los improperios -que en mi carro- escritos estaban.
- Ciudadana... sus papeles!
- Enseguida se los doy... y disculpe si los mojé; pero, entienda, no podía frenar de repente... o me patinaría... o se ahogaría el carro y me quedaba accidentada! Dije esto mientras mi billetera hurgaba, buscando los documentos que a mi me identificaran. Me dio rabia... tener que disculparme por la torpeza de ellos... a quién se le ocurre, vestidos de azul marino, en una noche lluviosa... apostarse en la calzada? A todas estas, Jesús David, su guachafita continuaba y, su hermanito, cada vez más histérico se portaba. Finalmente, hizo lo que tenia ganas de hacer... morderle -fuertemente- el pie a Emanuel; Este pegó un alarido de dolor y del berrinche... lanzó -con fuerza- su tetero de agua! Éste pegó contra el retrovisor por el cual... yo todo lo observaba; del impacto se desprendió la tapa y, como proyectil... al policía le fue a dar en la cara! El policía, todo asustado, porque no sabia de dónde vino el golpe que le sonó a bofetada... me abrió la puerta de carro y ordenó que me bajara.
- Lo siento... pero yo a los niños... solo no los dejo...
- AH... es usted una alzada!
- Ni que yo fuera del gobierno... Dije esto en voz baja, pero el condenado policía... bien lo escuchara.
- Mira pues -se dirigió a su compañero de guardia- de esto se trata... la ciudadana es una escuálida... y por ello nos mojara!
- Si, si...si. Ya me di cuenta... viste todos los insultos escritos en los vidrios?
- No son insultos... son opiniones... no los hice yo... sino los estudiantes en su protesta de esta mañana! Me apresuré a aclarar, antes que los ánimos se volvieran a caldear!
- Guarde silencio ciudadana, que a usted... nadie... nada le preguntara. Déme sus papeles y póngase contra la pared, abra las piernas y extienda los brazos arriba!
- No lo voy a hacer. Quien quita que ustedes no sean policías sino malandros disfrazados y me roben el carro... llevándose a mis tesoros? Si quieren, me detienen, con carro y todo... pero a los niños... no los dejo solo!
- Esta ciudadana es terca... no hay quien la baje del morro! Le dijo un policía al otro.
- Que lleva atrás?
- Mis tesoros...
- No. No me refiero a los niños, sino al maletero... qué contiene... que bien no veo. Hay mucho bulto... a mi esto me huele feo!
- Deje eso así... yo les recomiendo.
- Abra!
- No lo abro...
- Que lo abra... he dicho! Dijo esto al mismo tiempo que con el arma me apuntara.
- Bien, bien...si eso quiere, yo la abro; pero, después, no vengan con enfados... y baje esa arma, si no quiere que me ponga brava! Como ya estaba molesta por la acción injustificada, abrí esa puerta... más rápido que nada! Todo el corotero -de vidrio y lata- salió disparado... haciendo un estruendo... como si fuera una granada! No se imaginan, del susto... la expresión de sus caras. Yo no aguanté la risa... y me fui en carcajadas. Lo que puso en mayor enfado a los policías... por el mal rato que yo les daba. De lejos divisé a dos camionetas Ford doble cabina... que a velocidad se acercaban; con gran estruendo por el pavimento inundado se desplazaban. Advertida como estaba, para atrás me hice... pero los policías recibieron -de nuevo- toda la mojada! Indignados como estaban, emprendieron persecución tras los conductores que los afrentaran; no sin antes advertirme... que en el sitio los esperara. Tan pronto se perdieron de mi vista, me quité el abrigo que me arropaba y borré todos los escritos... quedando como si allí, nunca, hubiera habido nada. Me monté y me puse en marcha; por si acaso, salí de la avenida... por otra calle me fui, y por fin, a mi destino llegué.
- Mamá... por fin llegas! Qué pasó... por qué tardaste tanto? preguntó esto al tiempo que a los niños y a mi miraba; como quiera que todos estábamos tranquilos y con sonrisas cómplices en la cara, volvió a preguntar.
- Mamá... ha pasado algo?
- No, nada...
- Limpiaste la camioneta? No veo los escritos, ni el corotero... tú sola pudiste con ello?
- Si hijo, me deshice de todo, fue fácil... muy placentero!
Y así, muy tranquila y callada, me dirigí a casa, no sin antes - por los policías- sentir lástima.

domingo, 22 de agosto de 2010

TE IMAGINO













Había sido una semana larga. Bulliciosa, enredada, ajetreada... Así que decidió alquilar una cabaña en la montaña y descansar. En su equipaje solo iban botellas de buen vino y la novela que había empezado... pero que no había podido terminar de leer.
Se había quedado sola en esa rústica estructura de piedra, madera y vidrio. El hogar estaba encendido y calentaba el recinto. Los grandes ventanales dejaban ver el cielo azul grisáceo y los nubarrones por dondequiera. Los Sauces y Pinos agitaban sus ramas por los vientos y la lluvia bañaba los cristales, al tiempo que tocaba una relajante sinfonía al caer sobre el tejado. El olor a tierra mojada y el de los Madroños, se mezclaba con el de la leña, la cual se podía oir crujir en aquél plácido silencio... que delicia!
Abrió su valija, y sacó con sus dos manos aquél libro, colocándolo contra su pecho. Con una sonrisa pícara en sus labios, se dijo en voz alta:
- Ahora si podré leerte... no habrá nadie que me lo impida.
Lo colocó sobre la cama. Fue por una botella de vino y la destapó... nada de copas; era toda para ella. Nada de delicadezas, ni normas... esa noche era suya y reinaría su desorden; su caos... sería la estrella. Se la llevó al baño y a sorbos la tomaba. Se desvistió lentamente, nada la apuraba... nadie la esperaba. Cada prenda iba despacio para el suelo... como cada trago para su boca.
En la regadera, el agua casi fría... como le gustaba. Después de asearse minuciosamente y quedar prolija, allí se quedó... gran rato bajo el agua; no pensaba en nada... cómo la relajaba! El agua corría por su cuerpo, por todo él resbalaba; salvo por sus pechos, al llegar a sus pezones... dos caídas de agua formaban. Saciada como estaba de la tranquilidad que la embargaba... salió de la ducha; se colocó la bata sobre su cuerpo, así... mojado como estaba. Peinó sus cabellos; de cada rizo pendían, como diamantes, gotas de agua; los ató con una cinta de seda blanca. Untó su cuerpo con fino aceite de rosas, que le trajeran de Bulgaria. Se miraba al espejo mientras cepillaba sus dientes... sonrió y se tiró un beso y se dijo a si misma:
- Eres dueña de la noche... haz lo que te dé la gana!
Relajada y entusiasmada salió del baño, con la botella de vino en la mano. Se detuvo y volteó hacia atrás; vio como dejaba huellas de agua al caminar. Sonrió de felicidad, no tenía orden que guardar... en años, era la primera vez que ningún ejemplo tenía que dar. Se sentía libre y traviesa, como niña cuando queda sola en casa... cuando los padres se marchan. Bajó los edredones... dejando al descubierto las limpias sábanas blancas y acomodó las almohadas... y se acostó en la cama. Dejando la botella sobre el velador, tomó entre sus manos el libro... que por fin leería. Lo abrió fácilmente... por donde estaban las páginas arrugadas. Se quedó viéndolas, así como estaban... casi arrancadas. No pudo evitar que su mente la traicionara y la despojara de esa paz, de esa tranquilidad... que esa noche ella anhelaba.

La habitación estaba en penumbras. Y desde su rincón... él la observaba echada en la cama, leyendo su novela... bajo la luz de la lámpara. Al fondo se oían los sonidos de la ciudad; esos por los que ella tanto se quejaba. Pero esa noche... estaba plácida, concentrada en su lectura. Su cabellera negra y ondulada se encontraba desordenada sobre la almohada. Tenía parte de su torso al descubierto. Sus pecas en los hombros... y sus pezones rosados, sobre su piel blanca, parecían amatistas y corales esparcidos sobre la arena de la playa. Parecía una diosa griega... él mucho la deseaba. Desde donde estaba... podía percibir el olor de su cuerpo, ese olor tan suyo... que tanto le inquietaba. Salió de su penumbra y se acostó detrás de ella... cercándola por la espalda.
Al sentirlo... sonrió. Volteó su rostro hacia el de él:
- Ya vas a dormir?
- No lo creo...
- Quisiera terminar de leer este Capítulo, me dejas?
El se le quedó mirando... su boca... sus ojos...
- Claro, tú sigue leyendo...
Ella retomó la lectura... pero no por mucho tiempo. Con el dorso de sus dedos él acariciaba sus muslos; los metía bajo la bata... hasta sus caderas.
- Quédate quieto... así no puedo leer! Se quejó ella.
- Acaso estoy tapando tus ojos? Dijo él sarcásticamente.
- Solo este capítulo, ya lo voy a terminar...
No le hizo ningún caso, siguió jugando con sus dedos sobre el cuerpo de su amada; le gustaba... ya no se quejaba y su respiración se agitaba. Ella ya no leía, sus ojos cerrados estaban, pero el libro... no lo soltaba. El siguió acariciando cada rincón de su cuerpo... sus dedos, llenos de miel estaban. Empezó a besarla, lentamente... hasta beberla y extasiarla. Fue, justo en ese momento, cuando sus dedos se apretaran, arrugando las páginas del libro... el que por fin soltara, rodando por el piso... al igual que ella por la cama.

Había recordado esa noche... y el por qué de las páginas arrugadas; mordía sus labios y apretaba sus muslos. Cerró el libro... no lo leería esa noche... nunca lo terminaría de leer. Llevó la botella de vino a su boca... se estaba embriagando, no por el vino... sino de placer.

Ana margarita.-

NOTA: La Foto que ilustra el presente relato fue bajada de Imágenes de Google; se desconoce autor o propietario, a ellos los méritos y derechos que correspondan.

miércoles, 11 de agosto de 2010

BAJANDO POR EL RIO




El universo se mueve constantemente... y nos arrastra en su camino... en silencio... en secreto... conspirando con el destino, torciendo nuestras vidas a su antojo. Nos lleva en caída... por la gravedad; nos empuja... por la inercia. Nos lleva a donde nos quiere llevar, sin que luchas o rebeliones mengüe su fuerza; nos lleva a un punto, donde el retorno no tiene cabida... nos lleva a ese lugar, por él, marcado en rojo!
Estaba yo allí, parada. Un poco apartada... como si sobrara, como si no encajara en aquel sagrado lugar. No era mi tiempo ni mi espacio... pero allí estaba; con el corazón triste y la mente despejada. La tierra había sido arrancada de sus entrañas y esparcidas por los cuatro costados. Flores , por dondequiera, echadas. El sacramento habia sido dado. Todo en silencio... solo el crujir de la urna -con los restos de la abuela amada- se escuchaba en su lento bajar... a su última morada.


Presentes todos, menos los que partieron antes que ella... y sus nietos varones, cada uno de ellos, por sus santas razones!
Tarde lluviosa de principio de Agosto. El Campo-Santo verde y frondoso, trinar de las aves... el viento meloso. Así, con el agua de lluvia resbalando por mi rostro, escuché a lo lejos... aquella canción que sonara para mi -por primera vez- una tarde como esa... de aquél otro Agosto! Dudosa de que fuese cierto aquello que mis oídos captaban, miré a mi derredor. Mi mirada se cruzó con la de mi cuñado; quién se acercó y me dió un fuerte abrazo.
- Estás bien?
- Si, estoy bien. Chubio, tú escuchas lo que escucho yo?
Enderezándose, alzó la mirada... prestando atención a aquel interrumpido silencio.
- Bajando por el río... de Neal Young, sin duda!
Nos miramos a los ojos y nos sonreimos; a la par, desatamos el abrazo y nos separamos. De repente, sentí la tierra moverse a mis pies; en el vórtice del tiempo yo hube de caer. Arrastrada por el ímpetu de la memoria, a treinta y seis años atrás... yo fuí a parar!

Caminaba a los dieciseís... por las calles de La Soledad; principio de Agosto... día lluvioso. Pasos lentos... llevados por el viento; el cuerpo empapado... el agua escurriendo.
- Te puedo llevar a algún lugar donde te puedas guarecer?
Me preguntó ese joven hombre, acercando su rostro a la ventana. De pie como yo estaba, lo miraba desde lo alto, seria... sin ninguna risa. No me era extraño, pero tampoco le conocía... amigo de mis amigos... por allí vivía. Elevé mi rostro hacia el cielo... todo cubierto de grises nubes... nada que escamparía. Lo miré de nuevo, fijo y con recelo... me le quedé viendo.
- Acepto... solo para que me saque de aquí y me deje en la parada del bus... está de acuerdo?
- Claro... entra.
- Estoy escurriendo agua, no importa que moje el asiento?
- Para nada, sube!
Seguí parada frente a él, mirándolo fijamente... con algo de desconfianza; hurgando en sus ojos... a ver si alguna rara intención en ellos encontraba... pero no, mi instinto nada malo me alertaba. Estando ya guarecida de la fría lluvia, presté atención a la música que allí sonaba.... mientras sentía como él me observaba.
- Te encuentras bien?
- Si, gracias por la gentileza. Disculpa, cuál es esa canción?
- Down by the River... Bajando por el río... de Crosby, Stills, Nash and Young. Te agrada?
- Si, me agrada.
Pasada unas cuadras, detuvo el carro. Eso fue todo... unas breves palabras y una que otra mirada. Yo salí, tranqué la puerta y me incliné hacia la ventana; mi intención fue darles las gracias... pero no dije nada. Solo nos miramos... sin pronunciar palabra. El arrancó y se fue por su lado... y yo continúe por el mio. Inocentes los dos... Dios había echado las cartas y el destino haría la jugada! Dos años depués... nos casamos, y algunos más tarde... nacieron nuestros hijos amados!
Con la misma violencia... volví al tiempo presente. Por qué recordar aquello, ahora, de manera tan fuerte y nítido... como -si de nuevo- lo estuviese viviendo? Todo en mi mente se aclaraba... ya sabía por qué yo allí estaba. Un ciclo largo de mi vida... irremediablemente se cerraba; con tal fuerza se sellaba... que asfixiaba. De nuevo Dios echaba las cartas y el destino preparaba la jugada. La vida es una sucesión de ciclos: la conclusión de uno... es el renacer de otro; veremos que nos depara el mañana!

Cooooooooooorre... que te agarraaaaaaaaaan!




Nacer... es un milagro; pero nacer en una época de abundancia y paz... es tremenda suerte! Eran las vacaciones escolares, y el tan ansiado viaje a LOS CARACAS... se hizo realidad, una vez más. El Complejo Vacacional era estupendo... era el lugar perfecto para el encuentro juvenil. Poseía todo lo que se necesitaba... hectáreas de naturaleza, ríos, playas... cine, salas de diversión... y kilómetros de vías para manejar las bicicletas o andar en patines.
- Papá... falta mucho?
- No mi turquita... pronto verás el mar..
- Me avisas papá!
-Si, mi niña, yo te aviso...
Mi inquietud, lo cual me caracterizaba, se veía aplacada por la confianza que él me inspiraba. Como era la más alborotada... iba atrás. Ese asiento era exclusivo para mi; todos miraban hacia delante ... y yo hacia atrás. Mi lugar era privilegiado. Podía hacerle muecas o sacarle la lengua al conductor que nos seguía... o simplemente saludarlos, repetidamente, hasta fastidiarlos. Mis padres en los asientos delanteros, mis tres hermanos en el del medio y yo, como una reina... sola en ese gran asiento. Podía yo recostarme y sacar los pies descalzos por la ventana... sin que mi padre me viera. Era enorme y cómoda esa camioneta Chevrolet Ranchera... vino tinto... toda ella! El viaje transcurría de curva en curva... por la carretera vieja; a pesar de estar hecho el viaducto, que en su tiempo... era una maravilla moderna! Al entrar a Maiquería mi padre anunciaba el avistamiento del mar... como capitán de barco que avista tierra: - El mar... el mar! - El mar, el mar, el mar, el mar, el mar... Repetíamos nosotros en coro y con mucha algarabía! Ya, a partir de La Guaira... era un festejo ambulante lo que allí acontecía. La primera semana... la pasaba feliz; mi padre con nosotros la compartía. Luego se iba a trabajar, y nos visitaba los fines de semana; hasta que transcurrido el mes, nos venía a buscar para llevarnos de regreso a casa. Finalizada aquella... después de su partida... ponía yo mala cara... me la pasaba seria y callada... me hacía mucha falta... sin él, no era la misma vaina! Después de un largo y asoleado día de playa, de montar bici, comer y quitarnos el agua salada... se reunían una veintena de muchachos en la plaza central del conjunto residencial.... o en la avenida, al lado del río, si estábamos por Vega Luna o Vega Larga. Con la piel lozana y bronceada... los muchachos y muchachas se miraban; ellos con manos nerviosas sus cabellos alisaban, y ellas... les coqueteaban, acomodándose las faldas. Las incipientes hormonas flotaban en el aire... parecían luciérnagas locas que, entre sí, chocaban. Entre cuentos y miradas... ellos se reían a carcajadas; yo de cerca los obsevaba... mis hermanos mayores en el grupo estaban... y para donde quiera que iban... yo me les pegaba y, de todo evento -al igual que ellos- lo disfrutaba! La dictadura había quedado atrás y reinaba la democracia. Eran una época tranquila... que podía pasar... que nos preocupara? Distraída como estaba... viendo para todos lados... porque no me quería perder de nada; me quedé aturdida al ver que todos corrian.... como si algo les espantara. Corrian como locos, en direcciones diferentes... solo se oían sus rápidas pisadas, dejando -algunos- sus tenis y chancletas botadas; unos gritaban y otros mandaban a que callaran. Asustada estaba... no comprendía lo que pasaba. Mi hermano Juan Luis, viendo que rezagada me quedaba... me grito muy fuerte: coooorreeeeee... que te agarran! Empecé a correr tras él hasta que pude alcanzarlo; nos escondimos entre unos arbustos y nos quedamos bien callados. Era tal el pánico en el que yo me encontraba... que el corazón en la garganta me asfixiaba. Veía bien su rostro, porque la luna lo iluminaba; sus ojos grandes y desorbitados con la mirada me silenciaba. Su frente sudaba y su respiración se agitaba; yo quería preguntarle... pero él la boca -con sus dos manos- me tapaba.

- Cállate Margarita -susurró a mi oído- no digas nada, porque si nos encuentran... nos agarran!
De repente, vi como su cara se desencajaba... una sombra sobre él se posaba. Lentamente se puso de pie y emprendió una carrera calzada abajo... como si animal salvaje lo acechara! Me dejo solita... me sentí a mi suerte abandonada. Sentí la presencia extraña a mis espaldas; de cuclillas -como estaba- toda la piel se me erizaba, y sobre mis pies... mi orine se derramaba... estaba aterrorizada! Me dieron un empujón por detrás... que entre los arbustos me hizo rodar. Como pude, me incorporé... solo para ver como todos salian de sus escondites y corrían apresurados hacia el gran Jabillo; entre gritos y risas -y al unísono- gritaron... TAIMA! Desconcertada como estaba... poco a poco logré entender... que sólo jugaban a LA ERE... y yo de pendeja -por la distracción e inocencia- corrí tan asustada pensando que de otro asunto se trataba... perdiendo mis Keds y quedando toda meada!

viernes, 16 de julio de 2010

NOCHE DE AMOR DESESPERADO


Se le veía a ella venir por la calzada. Caminaba lento… como si el alma le pesara. Su imagen se confundía con el paisaje recién vestido de otoño. Se detuvo y, pausadamente, acomodó su bufanda; metiéndola bien en su cuello y alzándola un poco para cubrir su cara. Al tiempo…observó a su derredor. El verde de los prados y montañas… apagaban su color; tiñéndose todo de amarillo, rojo, naranja y marrón. Los árboles –antes frondosos- se desnudaban sin pudor; arrojando despreocupadamente al viento… el ropaje multicolor. El frío se colaba por el abrigo hasta congelarle los huesos; el próximo invierno… seria cruento!

Abrió la puerta de su casa, con la esperanza de que ése día fuese diferente… y encontrase calor. La luz de la cocina estaba encendida, allí estaba su esposo… como todos los días.
- Hola querido – se le acercó ella cariñosamente para saludarle con un beso y un abrazo- cómo estuvo tu día?
- Bien… como todos. Contestó él, recibiendo el beso y abrazo de su mujer con indiferencia… casi con desdeño.
- Llegué temprano y ya comí algo… me recuesto a leer… y luego me duermo.
Pronunció aquellas palabras con la apatía que le era propia. Ella – acostumbrada a su desamor – lo vio alejarse, casi en penumbras, escaleras arriba, directo a la habitación. Eso no era nuevo. Los largos años del matrimonio habían transcurridos de esa triste manera. El no quería… se dejaba querer… y siempre con desgano. Siendo ella una mujer amorosa y apasionada, lo había intentado todo para darle vida a ese matrimonio, desde hablar… hasta actuar, y nada!
Se quedó allí parada, pálida y desconsolada. Secó las lágrimas que se escurrían por su cara… ya a eso estaba acostumbrada, a esa tristeza y soledad en el alma… eso ella consideraba y cuán engañada estaba!
Habiéndose desprovisto de su pesado ropaje, dejó al descubierto su menuda y grácil figura. Procedió, como era la costumbre adquirida en los últimos años… en que la tecnología le brindaba su única compañía, a sentarse frente a su ordenador. Allí estaba ella, observando ése aparato que se había convertido en su amigo y confidente; que le daba esperanzas y valentía para continuar en ésta vida con algo de amor y alegrías. Aún con la habitación en penumbras, su belleza se realzaba. Su piel, blanca como la leche mezclada con la miel, y su cabello… rubio como el trigo maduro, enmarcaban ese fino y bello rostro que la caracterizaba. Lo único que desentonaba en esa natural belleza… eran sus labios; a pesar de su tristeza, ella insistía en mostrar una sonrisa y, ésta… parecía una mueca!

Se acomodó bien en su silla… largas horas allí habría de pasar. Como de costumbre, leyó sus correos, acudió al chateo, contestó y envió mensajes, hasta que ese hombre la contactó de nuevo… y allí se enganchó. Ese hombre… era especial en su vida; los últimos dos años muchas cosas eran la que compartían; tenían actividades y gustos afines; era un caballero atento y romántico… que llenaba su vida de sueños y fantasías. Con el transcurrir del tiempo la relación se estrechaba… eran amigos… amantes en sintonía! Ella se resistía, o por lo menos lo intentaba… pero no lo lograba, él satisfacía todas sus carestías. A pesar de que estaba a un punto distante de la red, él… con sus palabras dulces y apasionadas, de comprensión y consideración… lograba emocionarla; toda su piel se erizaba y ella, por dentro, se derretía.

Por su mente pasaron los largos años de vida marital; jamás por ella cruzó la idea de querer y desear a otro hombre. En ese momento se dió cuenta que todo aquello que había forjado... estaba por desplomarse. Después de debatirse entre lo correcto e incorrecto… optó por robar un poco de amor… que mantuviera vivo su aliento; se encontrarían, para verse y amarse… le daría fiesta a su alma herida… aunque fuese una vez en la vida! De esta manera, con esa ilusión en mente, transcurrieron los días. Llegó el crudo invierno; el paisaje se engalanó… se vistió de blanco y negro. Le sucedió la primavera… y ésta todo lo alborotó: las montañas y prados se vistieron de verde limón; los árboles reventaron en flor abigarrando cualquier visión; la fresca brisa todo lo perfumaba y, aliviaba el calor… que quemaba sus entrañas! Encontrándose ella al Norte, en las altas y frías montañas y él, al Sur, en La Costa brava; había llegado el momento en que esas almas acordaron… poner su amor en concierto!

Llegó ella primero… él después. Como todo tierno amor anhelado, las primeras horas transcurrieron entre palabras, sonrisas y dulces e inocentes caricias. Pero era inevitable, esa pasión que llevaban dentro, más temprano que tarde… habría de desbordarse!
Ninguna historia de amor y pasión está completa, sin atardeceres y caminata por la playa; y la de ellos… no fue la excepción. A contraposición de la delicada figura de ella, él era muy alto y fuerte, lo sabía él… y abusaba de ello; la alzaba, de vez en cuando, por los aires… agitando su falda contra el viento… haciendo que ella se desarmara de la risa, así era su contento. Era tal la felicidad que llenaba esas almas, que en vez de una historia… parecía un cuento!

Corta primavera... anticipado verano. Como era costumbre por esos lares, cenaron en terraza descubierta... acariciados por la brisa del mar y bajo la luz de las estrellas... y también de las velas. Caída la noche, entre copas de vinos y sonrisas, entraron en la habitación… que durante largas horas sería su nido de amor. Tras cerrar la puerta, quedó uno frente al otro. Se apagaron las sonrisas y se encendieron las miradas… ya no había vuelta atrás. Se unirían en una danza de amor y placer, sin remordimientos ni arrepentimientos…sin malicia, más allá del amanecer .El amor y la pasión se volvió lujuria… sus cuerpos olían a sexo. Fue un día y dos noches… de amor desesperado.

La celebración al amor, la pasión y la alegría… había llegado a su fin. Sin tristeza ni promesa alguna… se despidieron esos dos seres; dejarían al destino escribir el final de esa historia. Sus manos y bocas besaron mutuamente, con ternura y agradecimiento… por el amor encontrado.

Al entrar ella por la puerta de su casa… era otra. Lo hizo con los hombros erguidos y la mirada alta. Nunca más mendigaría amor a su marido. Allí ella estaba… si la quería amar, ella le correspondería; sino… no importaba, había sido tan amada esos dos dias... que la felicidad la acompañaría hasta el fin de sus días.

sábado, 3 de julio de 2010

COMO NIÑO CHIQUITO


Como niño chiquito jugando... y no se a qué;
como niño malcriado alborotandolo todo... y no se por qué;
quebrantando el orden... y también la fe, te escondes asustado... cuando se asoma la mujer,
aquella... por la que no te portas bien!

jueves, 1 de julio de 2010

MILAGRO DE AMOR...


Escuchando mi emisora favorita en la mañana... música venezolana. Me agrada. La siento dentro. A veces río con sus contrapunteos... otras, derramo lágrimas porque me lo recuerda... más de lo que yo quisiera. Todos estos días ha sido insistente la promoción del festejo acostumbrado. Se que es un asunto comercial; pero no puedo evitar pensar en ello... de eso trata la publicidad, supongo. Giré el volante y me ubiqué en la ruta que a él me conduce. Una vez en el sitio, en el carro permanecí; quieta, callada... dudando si me bajaba e iba hasta él... o esperaba a que él... a mi llegara. Me bajé. Me senté en el banco esperando por él, porque allí no se encontraba. Como hombre libre y de bien, muchas cosas importantes le ocupaban; debía yo tener paciencia... hasta que él bajara. Mientras tanto, todo a mi a derredor observaba.... era magnífica la mañana! La luz del sol... todo lo bañaba, le daba color a la grama y brillo al rocío que sobre ella se posaba. Me puse de pie, aunque no lo veía... sentía que a mi se acercaba. Allí estaba... con su porte de guerrero del bien, con su sonrisa que toca a todo lo que ama. El amor que por él siento me hace sentir hormigueos por todo el cuerpo; mis piernas se desvanecen.. y mi corazón golpea duro mi pecho; abrazarme a él... es lo único que yo quiero! Extendí mis brazos y él los suyos... nos fundimos en un abrazo... como si fuésemos uno. No mediaron palabras... no hacían falta! Después de largo rato contemplándonos y sintiéndonos, decidimos romper el silencio. - Ten paciencia hija, todo volverá a ser como antes... la paz en ti reinará.... Dijo esto al tiempo que retiraba de mi rostro el cabello... que la cálida brisa se empeñaba en despeinar. - Lo sé, padre, pero es duro... cuándo, por fin, me vienes a buscar?... ya contigo quiero estar! - Ten paciencia... no es el tiempo. Cuida a tu madre y a tu descendencia... hasta que me den permiso para poderte llevar...si? - Así será... No había más nada que decir; nuestra estrecha comunión nos hacía saber todo el uno y del otro... sin secretos mezquinos y sin alborotos. Con las manos juntas... nos miramos...y suspiramos; un nuevo y profundo abrazo... antes de separarnos. Yo me monté en el carro... él se fue caminando. Antes de salir del camposanto... volteé a ver si aún allí estaba; se había ido, pero dejó en su lugar una hermosa luz... que todo lo iluminaba. Sequé mis lágrimas... para dar lugar a la sonrisa que él me regalaba. - Te amo... padre. Esa fueron mis últimas palabras, para despedirme -ese día- de aquel hombre... que tanto amaba.

Dedicado a: JUAN LUIS PÉREZ DÍAZ... mi padre

EL HIJO AUSENTE



Caminando incesantemente,
se le busca entre la gente...
es necesario socorrer su alma indigente.
No le encuentro...
No le tengo...
No le siento...
DIOS... QUÉ DOLOR!

Al caer la noche,
los padres del ausente... se quitan su disfraz de gente;
dejan su alma desnuda y mojada por el llanto.
Solo el pesado manto del cansancio
... los hace dormitar.
DIOS... QUÉ DOLOR!

El sol sale por donde siempre...
y las aves no cesan de trinar;
este canto melodioso... los hace despertar.
Abiertos sus ojos, buscan en su derredor,
solo silencio y un gran vacío...
Profunda puñalada... directa al corazón;
desesperados, llevan sus manos al pecho...
para tapar ese gran hueco,
para que no se escape el alma...
para que no se desinfle la vida...
DIOS... QUÉ DOLOR!

MI DULCE LIMÓN...


Por allá viene ella... recién cumplió dieciséis y ya tiene novio, en su vida empieza...un nuevo episodio. Viene arrastrando los pies... seguro del aburrimiento; porque ya el Internet... no le es entretenimiento. Con su cara de fastidio, seguro vendrá a pedirme permiso, para que venga a comer... su amigo-novio. Como madre comprensiva accederé, con tal de ver en su rostro... sonrisas aparecer. Ya llegó... el que te conté; todo se lo comió y el semblante de mi niña... se iluminó. Marchado aquél, agarré a mi niña de la mano y le dije: vamos a conversar... pues debo hacer mi papel. Le cuento hija, que los novios no son maridos y solo vienen por cortas visitas... y se lo digo seria, sin risitas. Si con el novio pasa mucho tiempo, se corre el riesgo... de llegar al aburrimiento. Ella -tan buena- me miró dulcemente mientras me abrazaba muy fuertemente; Me dijo tan comprensiva... "te entiendo madre, tú tienes la razón. Y también te pregunto... qué harás de comer mañana? Porque a mi amor... no le gusta comer cualquier vaina!". Me habrá puesto atención? Tan bella mi hija, ella es... mi dulce limón!
Ana Margarita.-

... ESTAS EN UN ERROR!!!


Tú piensas que soy soberbia,
porque mi voz es clara, mi timbre grave y mi tono alto;
porque miro fijo y no esquivo tu mirada.
Lo que no sabes...
es que miro así porque a nadie temo;
y mi voz, me la dio Dios... para defender a los indefensos!
Pero, contrario a la soberbia...
la humildad en mi reina.
Nada hay de codicia, ambición o envidia;
de rodillas, podría caminar por ti,
sobre piedras y espinas... toda una vida!
No me importa, para nada...
tu desdén, golpes o bofetadas;
porque, hincada en la tierra, por mi, Cristo da la cara!
Ana Margarita-.

BOCA DE SAPO!


Irremediables o por resolver, a veces las cosas suceden... sin saber por qué; otras veces... con todo nuestro entender! Unas sacan lágrimas... otras, risas... sin poderlas contener! sea la situación que fuere... hay que hacerle frente, de la mejor manera posible, para no herir... y mucho menos ofender!
- Mami... uno de mis pececitos... se muere...
Con esa noticia... me despertaron este día. Estaba yo -ya levantada, pero aún dormida- cepillándome los dientes. Mi adolescente hija me tomó de la mano y me condujo al patio... a la gran pecera. Con los ojos, verdes como esmeraldas, llenos de lágrimas... me miró con profunda preocupación y tristeza. Con su mano libre -suave como la seda- me señaló al pez... ese, el que ella teme que se muera...
Allí estaba, el minúsculo animal... vestido de candela: rojo, amarillo y naranja... como el fuego... de la brasa que se quema; quieto y de medio lado... frotando en el agua estancada de lluvia... como palito de madera. Verlo así... me produjo tristeza y angustia... más no sorpresa. Volteé mi rostro hacia el de mi dulce doncella... y le dije - con voz suave y desesperanzada- a todos... el final nos llega!

Con ese estado de ánimo... nos fuimos; agarramos carretera... para dejarla en la escuela. Ya sola -de regreso- no podía dejar de pensar y de sospechar, que el evento -del día anterior- tenia que ver... con el lamentable deceso...

- Carlos... qué haces ahí...?
- Nada mamá, busco algo...
- Nada allí tienes que buscar!
- Por qué... escondes algo?
- Nada escondo. Sencillamente, ése es mi espacio!
- Uhmmmmm... que tendrás por aquí guardado... que tanto celas?
- Hijo, ese es mi taller. Ahí guardo mis materiales y herramientas... respeta!
- Ok, mamá... apenas consiga lo que busco... tus cosas dejo quieta!
No había terminado de hablar... cuando sus ojos -bien abiertos- se fijaron en un solo objeto. Como Águila cazadora... sus manos se pusieron prestas... agarrando lo que sus ojos... marcaron como presa! Desde bebé, siempre fue curioso. Todo lo jurungueaba... diciendo que buscaba... un tesoro! Si bien es cierto que -en aquél entonces- el asunto producía gracia... ahora, era causa de conflictos y desgracia!
- Qué es esto, mamá? preguntó con extrema curiosidad...
- Es un Zen Garden, me lo regalaron Francisco José y Rumiana...antes de su viaje, déjalo quieto!
- Y para qué sirve esto?
- Cuando estas tenso, bravo o preocupado... te concentras en él... se supone que relaja...
- Uhmmmmmm... Murmuró esto, al tiempo que con sus inquietas manos movía -de un lado para otro- las piedrecillas; y con el cepillo y rastrillo... a la arena forma le daba. De repente, se quedó quieto. Posó su mirada en los pececillos de mi niña... que estaban en la pecera chica... porque la grande se limpiaba. Otra vez... estaba en posición de caza! No me dio tiempo... de advertirle nada. Cuando me di cuenta, ya la arenilla sobre el agua echaba!
- Caaaarlos... no hagas eso! No vez que es muy fina y los peces -confundidos- pueden ingerirla?
- Ah! mamá... ni que los peces fueran pendejos... ellos tienen el instinto animal! Solo quiero adornar la pecera... para que se vea más natural... quédate quieta!
- Aaayyy hijo... pide a Dios para que ese pez no se muera; cuidado... capaz que mañana... amanezca arriba... de panza!
- Ah! mamá... si eres dramática.. no se va a morir, no le pasará nada!
Le quité el Zen garden y lo guardé... apresuré a mi hijo para que del sitio saliera. Hecho esto, observé que la arenilla flotaba y enturbiaba el agua y que el pececito más grande... iba de un lado a otro ... tragándoselo todo! Visualizando la desgracia que se avecinaba... me apresuré a echarlos en el pozón... allí estarían mejor, que dónde ahora estaban !

Con este recuerdo y pensamiento -macabro- en mente, llegué a casa. Inmediatamente, me dirigí a la habitación donde mi hijo estaba. A pesar de encontrarse en profundo sueño... procedí a despertarlo; pues, mi única intención era... que él cuenta se diera, que todo acto acarrea consecuencias... y que debe asumirlas... así ellas le traigan pena. Que debe aquietarse, pensar... antes de actuar!
- Carlos, despierta hijo... hay algo que quiero que veas...
Se levantó lentamente, con cara de confundido. Lo tomé de la mano y lo puse -justo- en la escena del crimen... y, con mi dedo justiciero, le señalé a la víctima de su fechoría... al tiempo que -de manera implacable- le decía:
- Ahí tienes, te lo dije ayer... que el pececillo muerto, panza arriba, habría de aparecer!

Mi hijo se agachó, para observar bien aquel cuadro dantesco... producto de su irreflexión, creí yo.. que así lo pensaría él. Su rostro se volvió serio y sus ojos se llenaron de lágrimas. Justo, en ese momento... me enternecí; me di a suponer... que él , la lección, hubo de aprender. Este mágico momento que envuelve a una madre cuando a su hijo le ve madurar, crecer... hacerse un hombre de bien... fue interrumpido drásticamente, cuando él -claramente- se hizo entender:
-Zape! madre... tú si eres pavosa... tienes boca de sapo!
Dijo esto y se fue -rápidamente- a contarle a su mujer! En estos momentos, lo cuento muerta de risa; pero, en aquél entonces, yo me quedé sorprendida, no supe que decir ni hacer... su repuesta... me dejó con la boca abierta; dándome cuenta que - a este muchacho- le llevaría tiempo crecer!

jajaja... LA MUJER MÁS SEXY!


Cómo puede ser humano relatar -en breve tiempo y corto espacio- una intensa experiencia? En un segundo se nace y en un segundo... se muere; Puede uno -entonces- en un segundo... expresar esas intrincadas emociones? Imposible... lo sabemos todos!

Toda mujer latina, mayor de cuarenta y cinco años, está concebida "psicológicamente" para pensar, sentir y actuar... solo como profesional, madre o abuela. La idea de verse o considerarse MUJER... está fuera de todo contexto. Y eso es obvio, pues con tan alto índice de natalidad, la población de féminas jóvenes... es alarmante. Quién va a querer comerse una gallina vieja... cuando tiene muchos polluelos?

Por tanto, mi estadía en Madrid, fue muy cómoda. No tenía que preocuparme por mi apariencia. Esta se limitaba a ser limpia y prolija. Nada de cosméticos y perfumes. Nada de atuendos que favorecieran mi figura o destacaran mi personalidad. Yo era madre y abuela... nada más. Y, era lógico... tenía a mi hijo y nietos. Qué más podía pretender yo? Con esta información formateada en la mente, procedí a desenvolverme como persona sin género; en cada acto, vivido con ellos... y en ese nuevo marco sensorial... personal, territorial... y cotidiano... yo solo era... la madre o la abuela!
odo lo que hacía... lo hacía en desempeño de esos roles. Fue JÓSE, el conserje del edificio, quien me sacó de esta rutina maternal. Me saludaba, muy gentil, como persona única que yo era. Sus diálogos conmigo, nunca se referían o limitaban a mi condición de madre o abuela; todo lo contrario. Siempre, de mi inquiría... una repuesta como mujer en un país extranjero o, como una ciudadana extranjera, en su tierra natal, da igual. A él se le agregó el caballero del Estanco. Fue, entonces, que me di cuenta de que... las mujeres -en Madrid- valían por sí mismas. Que, las de mi edad, eran consideradas como material de guerra vigente, como tecnología de punta... de última generación... para nada caduco!

Ese día... tuve un mal día... el asunto de la policía, que en anterior oportunidad bien les he contado. Poco me importaba el cuchicheo que, fuera de la habitación, se tejía. Sé que, mi hijo, enojo tendría; y que, mi nuera, seria le escucharía, con los ojos bien abiertos y sonrisa contenida. Pues a ella - amante esposa y madre- mis aventuras le entretenían... Ella, es así -de gran espíritu- de las desventuras... algo positivo obtenía.

- Suegra... a pesar de los inconvenientes del día... todo ha salido como quería. Por qué no nos damos un premio y nos vamos a la peluquería?
Yo, que me encontraba fastidiada por ese calamitoso día... me pareció bien la idea que mi bella nuera proponía. Y por qué no? Me pregunté. Total, que más me puede pasar este día? Já... ni idea tenía que el Universo se estaba alineando... y que, contra mi, de nuevo atentaría... !
- Bien... me parece bien, así descargo esta mala energía...vayamos pues!
- Perfecto, llevamos a Gabriel al cole y de regreso... nos vamos a poner bonitas!
Así hicimos. Una vez que Gabo se quedó en el colegio, nos regresamos a casa; se guardó el coche y con Christian en su carreola... nos fuimos caminando hasta la peluquería. Quedaba a unas cuadras.. y hacía un magnífico día.
Durante el trayecto, me relajé lo más que podía... hacía un frío agradable, asoleado todo y Christian... cómo me entretenía. Estaba yo disfrutando -al máximo- el nuevo aspecto del día...
- Yo me voy a dar un corte de cabello, también me sacaré las cejas...
- Me parece bien que lo hagas... Dije esto al mismo tiempo que la miraba.. la contemplaba. Su belleza no se limitaba a lo espiritual. Además de ser una chica muy preparada, era dulce y abnegada madre y esposa... yo la admiraba. Que bella era la madre de mis nietos... y cuánto la amaba!
- Por qué usted no aprovecha y se saca las cejas...
- No, nada de eso... nunca me he sacado las cejas... y después de vieja... no lo haré! No, no, no...
- Bueno. Sabe, también me sacaré los bigotes..
- Qué... Los bigotes? Qué bigotes? De cuando acá las mujeres tienen bigotes... y se lo sacan?
- jajajaja -rió mi nuera- siiiiii... ahora las mujeres nos quitamos ese vello sobre los labios...
- Rumi, por Dios, eso es una aberración...
- Nada de eso, usted también se los sacará...
- Ah...no! Eso si que no....
- No duele nada... lo sacan con cera. Ya verá... que bien se siente! Ande... complázcame en algo, si?
- Bueno. Total, yo no tengo bigotes... no extrañaré nada. No se hable más...
Así... con esta charla y proyecto de belleza, atípico para mi, concluimos el trayecto. Al llegar al salón de Belleza (tortura, diría yo) tuvimos que esperar un corto tiempo, pues había clientas esperando antes que nosotras. La mayoría de ellas... para DEPILACIÓN! Yo, hecha la pendeja, con una revista HOLA en mis manos... escuchaba las conversaciones que las mujeres mantenían. Solo hablaban de pelos... de como quitarse los pelos de encima! Yo algo molesta estaba... en mi mente ideas contrarias chocaban... Que pasó con aquel axioma... que en mi época juvenil me enseñaban? Era falso, entonces, todo aquello de que: Donde hay pelo... está la felicidad? Eran, en consecuencia, todas estas mujeres... unas infelices... o la infeliz era yo, por creer tan absurdo ideal? Pues nada... tenia que adaptarme a los nuevos tiempos... a quitarse los pelos, se ha dicho!
La jornada se hizo corta y amena. Me miré al espejo... y bien, como si nada. Rumiana -que así se llama mi nuera- salió más linda de lo que normalmente estaba. Así las dos -guapas- emprendimos el camino de regreso a casa.


Mientras caminaba, mi ego se elevaba... Me percaté de que todos me miraban... y ellos que nunca -a un extraño- le miran la cara! Sin darme cuenta, sutilmente, me enderezaba... sentía que mi silueta se estilizaba... Coño -pensé- como que es cierto eso de que embellece... el quitarse los pelos de la cara!
Yo si notaba que - mi nuera- veía a los transeúntes y luego a mi me miraba... y, rápidamente, la cara para otro lado volteaba. Uhmmmmmm... ahí pasaba algo raro... no se qué, pero poco me importaba. Pues, desde que estaba en España, era la primera vez... que los hombres me miraban. Sexy me sentía yo, llegué a casa… con las hormonas alborotadas... y el ego que reventaba!
- Hola hijo... que bueno que ya estés aquí... cómo estuvo tu día?
- Bien madre, cómo les fue en la peluquería? Nos dimos besos y abrazos... pero él, la mirada de encima... no me quitaba.
- Madre... te duele mucho? Quieres que te de un antiflamatorio o algo...
- De qué hablas, hijo, a mi no me duele nada...
- En verdad? Es que tienes toda la cara roja y la boca inflamada... que horror, estás toda deformada!
- Queeeeeeeeeeeeeeeeeeeé? Grité aterrorizada y salí corriendo para verme en un espejo. Al mismo tiempo, vi. que mi nuera se tapaba la cara, tratando de ocultar la risa... que mi reacción le daba! Jajajajaja y yo, de imbécil, creí que era la mujer más SEXY de España... y que por eso me miraban!

jajajaja... TREMENDA CENA



Todos tenemos historias dignas de ser contadas... la vida no transcurre sin dejar huellas. Mi madre, no es la excepción. Amando a mi padre, hasta el delirio... fue la ama de casa perfecta. Para ella era un ritual de amor todo lo concerniente al hogar. Se desvivía porque todo fuera perfecto... para agradarlo a él, quien bien lo merecía y bien correspondía. Al fallecer su amado esposo, la vida se le tornó vacía... sin propósito. Por su maravillosa experiencia en el matrimonio, ella mantiene una posición machista: el hombre es maravilloso y esencial en la vida de una mujer... y hay que atenderlo como rey!
Faltando mi padre, se dedicó a cuidar a mi hermano menor, quien vive con ella. Cierto es... que es el menor... pero ya es un hombre!
Carlos José, que así se llama este hermano mío, es muy distinto a mi padre; en realidad, distinto a todos. Diferente a mi madre y a todos sus hermanos... incluyendome a mi. Es lento en todo. Detesta el apuro. Camina como si arrastrara los pies, con los hombros caídos. Si le haces una pregunta, primero piensa lo que va a contestar y, cuando dispone dar la repuesta... ya a uno se le olvidó lo que se le había preguntado. Es optimista, muy positivo... pero nada proactivo. No se angustia por nada, nada lo irrita... las cosas son como son, y lo que tenga solución... se solucionará; y lo que no... para qué pensar en ello? Es lo positivo al extremo... de una conformidad absoluta! Gracias a Dios, es noble de corazón... y ningún vicio tiene.
Mi madre, quien ya alcanza los 83 años, es una mujer estupenda. Si no fuera por su rodilla -que la hace cojear- fuera más activa que todos nosotros juntos. Es coqueta y con una mente amplia; tanto, que nos deja perplejos con su forma tan moderna de pensar.
Un dia -como muchos tantos- la voy a visitar; a sabiendas que permanece sola mucho tiempo. Así que la acompaño lo más que puedo, hasta que mi hermano regrese a casa. Ese día era Viernes. Ella se dispuso a esperarlo. Pues, era la única mujer de la casa y debía cerciorarse de que -antes de acostarse- se alimentara: le prepararía la cena.
Eran pasadas las nueve de la noche. Ambas estábamos sentadas en el comedor . Veíamos su novela preferida de ese horario: una brasileña por TELEVEN. Mi madre, medio sordeta por un oído, prestaba mucha atención al melodrama televisivo. Era un capítulo de esos en que el culebrón toma un giro distinto... el que define su final.
Por mala suerte, mi hermano llega justo en ese momento... en el momento en que -mi abnegada madre- está concentradísima en el desarrollo y culminación de su programa favorito. Como es propio, saludé a mi hermano y dialogué con él los pormenores de nuestro día. Ante tanta palabrerías, nuestra madre -con control remoto en mano- subió el volumen del televisor... para no perderse el desenlace . Al mismo tiempo preguntó a mi hermano:
- Cenaste?
- Un coño...!
- AH! un pollo...
- No, nada...!
- Ah! con ensalada...

Él me miró. Con esa mirada suya... tranquila .. pero desconcertado por el mal entendido. Su rostro reflejaba la incógnita que en su mente se formulaba, pero que - como de costumbre- su prudente reacción, no permitía que su boca la articulara. Antes de que le diera tiempo de aclarar la confusión, mi madre apagó el televisor; se levantó de su sillón y, con su peculiar andar, emprendió camino a su habitación. En ese trayecto, pasó al lado de mi hermano. Se le acercó, lo abrazó, le dio las buenas noches... no sin antes reprenderlo:

- Qué vaina contigo. Eres un desconsiderado con tu vieja madre. Al salir del trabajo debiste llamar. Avisarme que estabas cenando. Yo aquí preocupada por ti... y tú dándote tremenda cena! - Madre, deja que te explique.... - Nada de excusas....mal hijo, desconsiderado! Que descansen... hasta mañana.... Mi hermano y yo -pasmados- vimos como mi madre se alejaba ,camino a su habitación... tranquila, porque el hombre de la casa, ya estaba cenado!





UNA VENTANA AL CIELO





Nuestras vidas están tejidas por cosas que son verdades... otras que son mentiras; unas son serias y las demás dan risa. Lo cierto del caso, todas ellas... dan forma y color a nuestras vidas y, con un poco de sal y pimienta...son las que nos identifican!
Soy una Cuenta-Cuentos... por naturaleza. Si existe una historia que contar... yo se las cuento; si no existe... tranquilos, yo me la ingenio... y se las invento!Nunca, a un hijo mio, hube de contar conocidos cuentos... no por menosprecio a ellos, ni pensarlo! Siempre empezaba a leerles uno... con el libro en mis manos abierto, pero terminaba con uno de esos...de los que yo invento. En casa de mis padres, así como en la mía propia... abundó la literatura... nos encantaba leer; la lectura nutría el conocimiento... la mente se alertaba y en ella bullía la imaginación...se disparada la fantasía... la historia se volvía un cuento. Es así, entonces, como nace este relato sobre El Valle de la Niebla, antes conocido -erróneamente- como El Valle de Los Muertos...
Este valle, antes era más extenso. Solo podía ser observado por quienes tenían el privilegio de adentrarse en él, a pie... por su propia cuenta y riesgo. Pero, luego, con la expansión urbana... desde auto, cualquiera podía verlo.
Está rodeado de montañas... al norte; Con el Cementerio Metropolitano... al sur; Al Oeste con la capital y al Este con la ciudad satélite... donde entonces vivía yo. Todos los días me levantaba de madrugada... para llevar a la niña a la escuela, en la capital; esa faena rutinaria... me dejaba agotada!
- Madre, por qué siempre te quedas viendo, como boba, para allá?
- Hija, tu has observado ... esa ventana al Cielo?
- Cuál?... preguntó, mientras su cabecita se agachaba y su carita daba vueltas como un ventilador... buscando la ventana que yo le indicaba.
- Hija, me expreso en sentido figurado... Ves aquellas nubes que se abren en su centro, dejando pasar ese gran y dorado haz de luz?... le pregunté mientras le tomaba su carita en mi mano y la orientaba a donde yo quería que viera.
- Que bello mami... esa es la ventana al Cielo? Hizo esta pregunta sin quitar su mirada de esa estampa celestial. Su boca quedó abierta, expresando lo maravillada que estaba!
- Sí hija... esa es la ventana al Cielo, por donde ascienden las almas... de aquellos... los muertos! Le dije esto tomando, nuevamente, su rostro entre mis dedos... y volteándolo hacia el cementerio.
- Mami, los muertos me asustan...
- Por qué te asustan ellos? Si todos son buenos. Entre ellos están los héroes, los Santos... tus bisabuelos y bisabuelas, tus abuelos y otros, cuyos nombres no conozco... o ya no recuerdo!
- Y los malos mamá, los que se portan mal? Me dijo esto con una expresión dulce... que denotaba una profunda inquietud; esto era importante para ella...Entonces, sabia debía ser mi respuesta.
- Hijita... las personas malas...malas son aquí en la tierra; Una vez que mueren, sus cuerpos reposan inertes y sus almas, sus espíritus... los purifica Dios con su Misericordia!
- No entiendo mami.. ser malo... entonces, no importa? qué es la Misericordia de Dios? Al hacer estas interrogantes... su carita se hacía un poema...
- Hija, ves la niebla que recubre todo el suelo del Valle... bajo la luz del cielo? Esa niebla son las almas de los muertos... que esperan por el Juicio de Dios..
- Entonces, mami, Dios es abogado como tu? Al decir esto su rostro se iluminó... como si ella fuese privilegiada de que su madre fuese abogado, como abogado -entendía ella- que era Dios...
- No hijita, te explico ... Dios es mucho más grande que eso. Es nuestro Creador. Dios es Abogado, Juez y también Parte... porque todo lo que hacemos... a Él le concierne... le interesa, lo beneficia y lo daña. El todo lo sabe... todo lo entiende... todo lo perdona... he ahí, la Misericordia de Dios!
- AH.. que bueno! Dijo esto acomodandose en el asiento... relajadamente y con una sonrisa de inocente picardía.
- Hija, te digo algo... escucha las enseñanzas de tus padres, sigue sus consejos... y tu vida seguirá la senda del bien... el camino a Dios! En la medida que vayas creciendo... irás comprendiendo las diferencias entre el bien y el mal... y si no eres necia... encontrarás las respuestas a la Misericordia de Dios.

Así dimos por concluida esa conversación.. de esa mañana; pues, han pasado muchos años, desde entonces, y aún la reiniciamos... día a día.. cada vez que por allí pasamos. Obvio, la conversación de ahora es más profunda... y el relato - en su mente- otro significado ha tomado... Para nosotras, la extraña y mágica niebla que cubre el verde valle y el haz de luz que baja del cielo... no son cosas de risa... ni tampoco asunto de los muertos... son cosas de Dios... para aquellos, que en Él creemos.

Ana Margarita.-

NOTA: la FOTO que ilutra el presente relato fue bajada de Imágenes de Google; se desconoce autor o propietario.


Ana Margarita.-

Nota: la FOTO que ilustra el presente relato fue bajada de imágenes de Google; se desconoce autor o propietario.