jueves, 28 de abril de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XLIX) EL QUIEBRE












LOLA Y SUS ENREDOS: (XLIX) EL QUIEBRE

El día anterior Lola y Doña Ana se la pasaron metidas en la cocina preparando cualquier cantidad de alimentos que pudieran conservarse dentro de la nevera o fuera de ella. Prepararon pasteles, conservas, mermeladas, encurtidos y antipastos; guisos, salsas y carnes asadas. Todo lo metían en canastos de mimbre, con lazos adornados. Márgara y Ana Isabel le colaboraban, preparando grandes cestas con muchas frutas y hierbas del huerto, así como flores, ramos multicolores. Las muchachas observaban, intrigadas, como la madre preparaba otros obsequios para Doña Rosaura: en un canasto más fino, guardó botellas de vino tinto, los manteles bordados y los perfumes que le trajeran sus yernos del extranjero. Lo preparaba con amor, con mucho esmero y desprendimiento… como si fuera a pagar una penitencia, para acallar sus remordimientos. Ellas la observaban, se miraban entre sí, pero guardaban silencio… su madre sabría el por qué de su aspaviento! Quienes no repararon en el extraño comportamiento de Doña Ana, fueron su marido y su yerno. Don Luis y Antonio, así como Anita y Juancito, solo prestaban atención a las ollas… a todas le metían el dedo y también los cubiertos; las raspaban… las dejaban reluciendo!
Desde que amaneció, la casa tenía un encanto especial… había un ambiente de alegría y serenidad. Lola, se encargaba de vestir a las niñas, hoy era el día de visita a Doña Rosaura; quería que lucieran hermosas y frescas como esa mañana. Ella las acicalaba, mientras de reojo observaba a su marido y a su hija, quienes habían estrechado su relación más de lo que ella hubiera imaginado. Anita parecía hija de Antonio, como si la hubiese procreado, tenía de él el espíritu libre y aventurero y la mente amplia, siempre abierta a los cambios de la modernidad.
- Muchachos, ya dejen el relajo… hasta cuando vas a colocar ese sencillo de Chubby Checker? Por Dios Antonio, ya lo tienes rayado! Ya el Twist pasó de moda, ahora me gusta el rock and roll… pon uno de Elvis Presley!- le dijo Lola a su marido con cara seria y meneando la cabeza, la tenían mareada.
- Lo que está pasado de moda es el largo de tus faldas. Cuando des a luz, las cortaremos todas, para que se te luzcan las rodillas… además de las pantorrillas! A Elvis le queda poco tiempo de vida, te lo he dicho amor, cuando esos chicos de Liverpool graben su primer disco… no se hablará sino de los Beatles. Te juro Lola, fui a todas las presentaciones privadas de ellos en el tiempo que estuve en Gran Bretaña… son geniales; las chicas gritan como locas al verlos, y es que son demasiado buenos! –esto siempre lo decía Antonio, una y otra vez que se le tocaba el tema de la música, con un fanatismo inexplicable por esos desconocidos, no tenían ni un disco grabado. Ella no le hacía caso, ignorando sus comentarios por completo. Antonio era un muchacho conservador para los asuntos del trabajo y la familia, pero, para lo demás, era muy abierto. Se había hecho partidario de los movimientos ambientalistas, antibelicistas y de aquellos que criticaban la cómoda postura de los burgueses, no porque éstos tuviesen dinero, sino porque no participaban de los intereses colectivos, porque no tenían consciencia de nada; apoyaba las protestas liderizadas por las mujeres y por los negros, en sus luchas por la liberación femenina y contra la discriminación étnica; justificaba, en todos esos casos, la anarquía no violenta. Estaba pendiente de los adelantos científicos y de las innovaciones tecnológicas. A Anita le fascinaba este pensamiento contracultural de Antonio, se identificaba con él, era un vanguardista!
Antonio le hizo caso a su mujer. Colocó un disco de Elvis. De repente, las niñitas de De Sousa se empezaron a reír, tapándose la boca. Miraban a su madre y le indicaban con el dedo que mirara a Antonio. Lola casi se muere de la risa, él imitaba a Elvis, no solo en el baile, sino con los gestos de la cara, como si fuera él el que cantara; contorneaba sus caderas y hacía movimientos sexys con la pelvis. Antonio la miraba y la invitaba a bailar con él.
- Vamos nena, no te resistas, se que estos movimientos perversos es lo que te gusta de Elvis. Ven, acércate, para que pruebes de lo bueno! –Le decía esto a Lola sin dejar de menearse sensualmente. Anita lo miraba… no, no lo miraba, lo admiraba destornillada de la risa. Lola, con barriga y todo, le siguió el juego. En cuestión de segundos, los varones se sumaron al grupo y, con ellos, las tías y los abuelos. Se formó una algarabía de inmediato, alentándolos para que continuasen con el baile! Cuando estaban de lo más entusiasmados, Doña Teresa, la ama de llaves, interrumpió el bochinche para avisar que el cura Don José buscaba a Don Luis. El grupo se desintegró y con él la alegría. Quedaron en la habitación, solos de nuevo, Antonio, Lola y las niñas. Él, cansado de hacer tanta payasada, se recostó en la cama con los brazos cruzados detrás de la cabeza. En silencio las observaba. Se había percatado de la maña que había desarrollado Anita. Desde que su madre quedó embarazada, la imitaba en todo: en la forma de caminar, hablar, peinarse… inclusive el vestir. Los vestidos prenatales de Lola, se los hacía Doña Cándida por duplicado, uno para Lola, otro –igualito- para Anita. La copiaba tan fielmente, que parecía su reflejo en el espejo, en miniatura, claro! Los abuelos y las tías decían que era por celos del nuevo bebé; Lola defendía a su hija alegando que se estaba haciendo mujercita y que imitaba su coquetería. Antonio, por su parte, pensaba diferente, pensaba que la niña solo actuaba como su madre porque se sentía igualita a ella, así de simple. Cada quien pensaba lo suyo; pero, si le hubiesen preguntado a Anita –cosa que nunca ocurrió- ella lo habría explicado sin reservas: sentía la obligación de copiarla, para suplantarla, cuando llegase la ocasión… así nadie la olvidaría.
Lola y Anita, de repente, dejaron de hacer lo que estaban haciendo y, como si estuvieran de acuerdo, se levantaron al mismo tiempo, con los mismos gestos y movimientos… se fueron directo a la ventana. Ellas sonrieron y agitaron sus manos, saludando vigorosamente a alguien que se encontraba en la planta baja.
-Cómo está Doña Rosaura? Justamente nos estábamos preparando para irla a visitar a su casa! –La saludó Lola con efusividad y afecto.
- No estaré en casa por un par de días, pero luego vendré por ti y charlaremos, con tu padre, todo el tiempo que tú quieras! –le contestó ella toda serena, le respondió el saludo con la mano y se fue. Lola le comentó a Antonio lo bien que se veía Doña Rosaura, que estaba muy hermosa y lucía muy sana. Antonio la escuchó y no dijo nada, pero no le gustó eso. Él sabía que Doña Rosaura estaba muy enferma y guardaba cama. Lola bajó apresurada para ver si la alcanzaba y entregarle los obsequios que para ella guardaban. La buscó sin encontrarla. Fue al despacho de su padre, quien escuchaba con atención lo que estaba escrito en un papel y que el cura Don José le leía, en muy baja voz. Cuando les comentó que había conversado con Doña Rosaura, hace unos instantes y allí mismo, en casa, Don José apretó el papel; lo arrugó de tal manera, que quedó escondido dentro de la palma de su mano, guardándolo presuroso en el bolsillo de su sotana. Don Luis, al escuchar a su hija, se puso pálido, llevó su mano al pecho y luego la bajó por su brazo. Sintió tanta angustia y ansiedad, que decidió salir a respirar aire fresco, pero seguía sintiéndose mal. Sin pérdida de tiempo, se montó en su coche para dirigirse al hospital. No tuvo oportunidad de prenderlo, cayó inconsciente… moría de un infarto!

Ana Margarita.-


NOTA: La foto que ilustra este relato fue obtenido de "Imágenes" de Google; se desconoce su autor o propietario: a ellos los méritos y derechos que correspondan.

4 comentarios:

  1. :( Entonces Daña Rosaura esta igual que Don Luis
    :( ya me imagino lo que vio Lola ...

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  2. La verdad es que esos cantantes que nombran no los conocí, yo soy de de la epoca de Lady Gaga para acá!!! Muertos por partida doble! Que tragedia.

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