martes, 24 de agosto de 2010

CIUDADANA, SUS PAPELES Y CONTRA LA PARED!

Se han levantado ustedes, alguna vez, con la sensación de que ese día... no es el día... que no les irá bien? Este día... eso, a mi, me pasó. Ahora, no sé, si a los policías, que dieron conmigo, tuvieron igual presentimiento... que ese día... mal les iría! Como es de costumbre...mi vida azarosa es. Al igual que todos los días... me levanté a las cinco de la mañana. Pero, noté una diferencia... en vez de pararme enérgicamente, como joven de 30 años, me quedé sentada en el borde de la cama. Algo sucedía, pues... me sentía acobardada. Tenía el presentimiento de que ese día... no sería buen día. Lo que jamás pensé, es que ese presentimiento... a mí... no me correspondía, sino a un par de policías, que para su infortunio, se atravesaron en mi vida!
El largo día estaba por llegar a su fin. Cayó una lluvia torrencial sobre toda la ciudad... un verdadero diluvio! Había dado de cenar a mis dos nietos, hijos de mi Hijo Carlos Alberto. Los cuales cuido, hasta que él y su joven esposa, regresen; ambos cursan estudios nocturnos. Cuando había terminado de ponerles la pijama a los niños.... suena el teléfono.
- Mamá, nos puedes venir a buscar a la Terminal de Pasajeros? Pues, por el palo de agua, el transporte público está paralizado!
- Carajo, Carlos... y cómo hago con tus hijos? Tu hermana no está en casa para cuidarlos... tendré que llevármelos...
- Tendrás que traerlos contigo... te lo juro madre, tenemos más de una hora esperando... no hay, ni habrá transporte... esto es un caos!
- Ni modo, estén pendientes, pues. Abrigo y monto a los niños y salgo para allá de inmediato! De inmediato? Já, el trayecto... largo seria! Abrigué bien a las criaturas. Agarré a Emanuel y lo acomodé en la silla especial para bebés. Estando dentro del carro, haciendo esta indispensable tarea, me di cuenta que en el portamaletas... aún permanecían -desde el día anterior- una serie abundante de objetos; todos apretados y mal colocados; de hecho, se habían caído y apoyado contra la portezuela... por el ir y venir del día. Si la abría... encima... todos me caerían. Nada -pensé- que lo acomoden los muchachos después! Entre por Jesús David y bordeé la camioneta, lo acomodé al otro lado del asiento posterior, junto a Emanuel y le puse su cinturón de seguridad. También me percaté de que aún permanecían los escritos hechos por los estudiantes, que protestaban en la avenida en la mañana. Todos los vidrios del carro, excepto el parabrisas delantero... contenían improperios contra el gobierno! jeje... aunque era solidaria con esas opiniones, sabía que no era conveniente que allí estuvieran expuestas, dadas las represalias del gobierno contra los opositores al mismo... Total - pensé en voz alta- es de noche lluviosa... pocos podrán leerlo... no tendré problema alguno! Confiada en Dios y encomendada a Él... me puse en marcha hacia mi destino. Desde la casa a la Terminal habrían, como mucho, unos seis Kilómetros de distancia. Normalmente me llevaría unos 15 minutos llegar, con tráfico. Claro, no había considerado el aguacero del día... y que aún no paraba de llover. Las calles estaban inundadas... vehículos ahogados por todos lados... arrimados. Conociendo, como conozco, a mi carro... sabía que pasaría esas suertes de lagunas que en ellas se habían formado. Era como yo... una 4x4... toda terreno! Así pues, emprendí mi aventura... en marcha continua, para no estancarme. Emocionada... pues parecía que iba en una lancha... levantando, por los costados, mucha agua. Ya habían transcurridos unos 20 minutos y lejos, aún, de mi destino estaba. Los niños se alteraban. Jesús David no dejaba de molestar a su hermanito, quien por lo gordito... lo mordisqueaba. Por las risas y los llantos... por todo el alboroto... no me percaté que, dos policías, una alcabala formaban. No me dio tiempo de reducir la velocidad, así que... los empapé, con las olas que el carro desplazaba.
- Uyyyyyy!!!! -dije en voz alta- esta mojadita... me va a salir cara! Dicho y hecho! Miré por el retrovisor y vi como levantaban la mano... dándome señal de ALTO... y con la misma, que a la carretera... me orillara! Así lo hice... para ellos... su desgracia! Al acercarse los policías... uno me abordó por la ventanilla... el otro? se quedó por la retaguardia... leyendo los improperios -que en mi carro- escritos estaban.
- Ciudadana... sus papeles!
- Enseguida se los doy... y disculpe si los mojé; pero, entienda, no podía frenar de repente... o me patinaría... o se ahogaría el carro y me quedaba accidentada! Dije esto mientras mi billetera hurgaba, buscando los documentos que a mi me identificaran. Me dio rabia... tener que disculparme por la torpeza de ellos... a quién se le ocurre, vestidos de azul marino, en una noche lluviosa... apostarse en la calzada? A todas estas, Jesús David, su guachafita continuaba y, su hermanito, cada vez más histérico se portaba. Finalmente, hizo lo que tenia ganas de hacer... morderle -fuertemente- el pie a Emanuel; Este pegó un alarido de dolor y del berrinche... lanzó -con fuerza- su tetero de agua! Éste pegó contra el retrovisor por el cual... yo todo lo observaba; del impacto se desprendió la tapa y, como proyectil... al policía le fue a dar en la cara! El policía, todo asustado, porque no sabia de dónde vino el golpe que le sonó a bofetada... me abrió la puerta de carro y ordenó que me bajara.
- Lo siento... pero yo a los niños... solo no los dejo...
- AH... es usted una alzada!
- Ni que yo fuera del gobierno... Dije esto en voz baja, pero el condenado policía... bien lo escuchara.
- Mira pues -se dirigió a su compañero de guardia- de esto se trata... la ciudadana es una escuálida... y por ello nos mojara!
- Si, si...si. Ya me di cuenta... viste todos los insultos escritos en los vidrios?
- No son insultos... son opiniones... no los hice yo... sino los estudiantes en su protesta de esta mañana! Me apresuré a aclarar, antes que los ánimos se volvieran a caldear!
- Guarde silencio ciudadana, que a usted... nadie... nada le preguntara. Déme sus papeles y póngase contra la pared, abra las piernas y extienda los brazos arriba!
- No lo voy a hacer. Quien quita que ustedes no sean policías sino malandros disfrazados y me roben el carro... llevándose a mis tesoros? Si quieren, me detienen, con carro y todo... pero a los niños... no los dejo solo!
- Esta ciudadana es terca... no hay quien la baje del morro! Le dijo un policía al otro.
- Que lleva atrás?
- Mis tesoros...
- No. No me refiero a los niños, sino al maletero... qué contiene... que bien no veo. Hay mucho bulto... a mi esto me huele feo!
- Deje eso así... yo les recomiendo.
- Abra!
- No lo abro...
- Que lo abra... he dicho! Dijo esto al mismo tiempo que con el arma me apuntara.
- Bien, bien...si eso quiere, yo la abro; pero, después, no vengan con enfados... y baje esa arma, si no quiere que me ponga brava! Como ya estaba molesta por la acción injustificada, abrí esa puerta... más rápido que nada! Todo el corotero -de vidrio y lata- salió disparado... haciendo un estruendo... como si fuera una granada! No se imaginan, del susto... la expresión de sus caras. Yo no aguanté la risa... y me fui en carcajadas. Lo que puso en mayor enfado a los policías... por el mal rato que yo les daba. De lejos divisé a dos camionetas Ford doble cabina... que a velocidad se acercaban; con gran estruendo por el pavimento inundado se desplazaban. Advertida como estaba, para atrás me hice... pero los policías recibieron -de nuevo- toda la mojada! Indignados como estaban, emprendieron persecución tras los conductores que los afrentaran; no sin antes advertirme... que en el sitio los esperara. Tan pronto se perdieron de mi vista, me quité el abrigo que me arropaba y borré todos los escritos... quedando como si allí, nunca, hubiera habido nada. Me monté y me puse en marcha; por si acaso, salí de la avenida... por otra calle me fui, y por fin, a mi destino llegué.
- Mamá... por fin llegas! Qué pasó... por qué tardaste tanto? preguntó esto al tiempo que a los niños y a mi miraba; como quiera que todos estábamos tranquilos y con sonrisas cómplices en la cara, volvió a preguntar.
- Mamá... ha pasado algo?
- No, nada...
- Limpiaste la camioneta? No veo los escritos, ni el corotero... tú sola pudiste con ello?
- Si hijo, me deshice de todo, fue fácil... muy placentero!
Y así, muy tranquila y callada, me dirigí a casa, no sin antes - por los policías- sentir lástima.

domingo, 22 de agosto de 2010

TE IMAGINO













Había sido una semana larga. Bulliciosa, enredada, ajetreada... Así que decidió alquilar una cabaña en la montaña y descansar. En su equipaje solo iban botellas de buen vino y la novela que había empezado... pero que no había podido terminar de leer.
Se había quedado sola en esa rústica estructura de piedra, madera y vidrio. El hogar estaba encendido y calentaba el recinto. Los grandes ventanales dejaban ver el cielo azul grisáceo y los nubarrones por dondequiera. Los Sauces y Pinos agitaban sus ramas por los vientos y la lluvia bañaba los cristales, al tiempo que tocaba una relajante sinfonía al caer sobre el tejado. El olor a tierra mojada y el de los Madroños, se mezclaba con el de la leña, la cual se podía oir crujir en aquél plácido silencio... que delicia!
Abrió su valija, y sacó con sus dos manos aquél libro, colocándolo contra su pecho. Con una sonrisa pícara en sus labios, se dijo en voz alta:
- Ahora si podré leerte... no habrá nadie que me lo impida.
Lo colocó sobre la cama. Fue por una botella de vino y la destapó... nada de copas; era toda para ella. Nada de delicadezas, ni normas... esa noche era suya y reinaría su desorden; su caos... sería la estrella. Se la llevó al baño y a sorbos la tomaba. Se desvistió lentamente, nada la apuraba... nadie la esperaba. Cada prenda iba despacio para el suelo... como cada trago para su boca.
En la regadera, el agua casi fría... como le gustaba. Después de asearse minuciosamente y quedar prolija, allí se quedó... gran rato bajo el agua; no pensaba en nada... cómo la relajaba! El agua corría por su cuerpo, por todo él resbalaba; salvo por sus pechos, al llegar a sus pezones... dos caídas de agua formaban. Saciada como estaba de la tranquilidad que la embargaba... salió de la ducha; se colocó la bata sobre su cuerpo, así... mojado como estaba. Peinó sus cabellos; de cada rizo pendían, como diamantes, gotas de agua; los ató con una cinta de seda blanca. Untó su cuerpo con fino aceite de rosas, que le trajeran de Bulgaria. Se miraba al espejo mientras cepillaba sus dientes... sonrió y se tiró un beso y se dijo a si misma:
- Eres dueña de la noche... haz lo que te dé la gana!
Relajada y entusiasmada salió del baño, con la botella de vino en la mano. Se detuvo y volteó hacia atrás; vio como dejaba huellas de agua al caminar. Sonrió de felicidad, no tenía orden que guardar... en años, era la primera vez que ningún ejemplo tenía que dar. Se sentía libre y traviesa, como niña cuando queda sola en casa... cuando los padres se marchan. Bajó los edredones... dejando al descubierto las limpias sábanas blancas y acomodó las almohadas... y se acostó en la cama. Dejando la botella sobre el velador, tomó entre sus manos el libro... que por fin leería. Lo abrió fácilmente... por donde estaban las páginas arrugadas. Se quedó viéndolas, así como estaban... casi arrancadas. No pudo evitar que su mente la traicionara y la despojara de esa paz, de esa tranquilidad... que esa noche ella anhelaba.

La habitación estaba en penumbras. Y desde su rincón... él la observaba echada en la cama, leyendo su novela... bajo la luz de la lámpara. Al fondo se oían los sonidos de la ciudad; esos por los que ella tanto se quejaba. Pero esa noche... estaba plácida, concentrada en su lectura. Su cabellera negra y ondulada se encontraba desordenada sobre la almohada. Tenía parte de su torso al descubierto. Sus pecas en los hombros... y sus pezones rosados, sobre su piel blanca, parecían amatistas y corales esparcidos sobre la arena de la playa. Parecía una diosa griega... él mucho la deseaba. Desde donde estaba... podía percibir el olor de su cuerpo, ese olor tan suyo... que tanto le inquietaba. Salió de su penumbra y se acostó detrás de ella... cercándola por la espalda.
Al sentirlo... sonrió. Volteó su rostro hacia el de él:
- Ya vas a dormir?
- No lo creo...
- Quisiera terminar de leer este Capítulo, me dejas?
El se le quedó mirando... su boca... sus ojos...
- Claro, tú sigue leyendo...
Ella retomó la lectura... pero no por mucho tiempo. Con el dorso de sus dedos él acariciaba sus muslos; los metía bajo la bata... hasta sus caderas.
- Quédate quieto... así no puedo leer! Se quejó ella.
- Acaso estoy tapando tus ojos? Dijo él sarcásticamente.
- Solo este capítulo, ya lo voy a terminar...
No le hizo ningún caso, siguió jugando con sus dedos sobre el cuerpo de su amada; le gustaba... ya no se quejaba y su respiración se agitaba. Ella ya no leía, sus ojos cerrados estaban, pero el libro... no lo soltaba. El siguió acariciando cada rincón de su cuerpo... sus dedos, llenos de miel estaban. Empezó a besarla, lentamente... hasta beberla y extasiarla. Fue, justo en ese momento, cuando sus dedos se apretaran, arrugando las páginas del libro... el que por fin soltara, rodando por el piso... al igual que ella por la cama.

Había recordado esa noche... y el por qué de las páginas arrugadas; mordía sus labios y apretaba sus muslos. Cerró el libro... no lo leería esa noche... nunca lo terminaría de leer. Llevó la botella de vino a su boca... se estaba embriagando, no por el vino... sino de placer.

Ana margarita.-

NOTA: La Foto que ilustra el presente relato fue bajada de Imágenes de Google; se desconoce autor o propietario, a ellos los méritos y derechos que correspondan.

miércoles, 11 de agosto de 2010

BAJANDO POR EL RIO




El universo se mueve constantemente... y nos arrastra en su camino... en silencio... en secreto... conspirando con el destino, torciendo nuestras vidas a su antojo. Nos lleva en caída... por la gravedad; nos empuja... por la inercia. Nos lleva a donde nos quiere llevar, sin que luchas o rebeliones mengüe su fuerza; nos lleva a un punto, donde el retorno no tiene cabida... nos lleva a ese lugar, por él, marcado en rojo!
Estaba yo allí, parada. Un poco apartada... como si sobrara, como si no encajara en aquel sagrado lugar. No era mi tiempo ni mi espacio... pero allí estaba; con el corazón triste y la mente despejada. La tierra había sido arrancada de sus entrañas y esparcidas por los cuatro costados. Flores , por dondequiera, echadas. El sacramento habia sido dado. Todo en silencio... solo el crujir de la urna -con los restos de la abuela amada- se escuchaba en su lento bajar... a su última morada.


Presentes todos, menos los que partieron antes que ella... y sus nietos varones, cada uno de ellos, por sus santas razones!
Tarde lluviosa de principio de Agosto. El Campo-Santo verde y frondoso, trinar de las aves... el viento meloso. Así, con el agua de lluvia resbalando por mi rostro, escuché a lo lejos... aquella canción que sonara para mi -por primera vez- una tarde como esa... de aquél otro Agosto! Dudosa de que fuese cierto aquello que mis oídos captaban, miré a mi derredor. Mi mirada se cruzó con la de mi cuñado; quién se acercó y me dió un fuerte abrazo.
- Estás bien?
- Si, estoy bien. Chubio, tú escuchas lo que escucho yo?
Enderezándose, alzó la mirada... prestando atención a aquel interrumpido silencio.
- Bajando por el río... de Neal Young, sin duda!
Nos miramos a los ojos y nos sonreimos; a la par, desatamos el abrazo y nos separamos. De repente, sentí la tierra moverse a mis pies; en el vórtice del tiempo yo hube de caer. Arrastrada por el ímpetu de la memoria, a treinta y seis años atrás... yo fuí a parar!

Caminaba a los dieciseís... por las calles de La Soledad; principio de Agosto... día lluvioso. Pasos lentos... llevados por el viento; el cuerpo empapado... el agua escurriendo.
- Te puedo llevar a algún lugar donde te puedas guarecer?
Me preguntó ese joven hombre, acercando su rostro a la ventana. De pie como yo estaba, lo miraba desde lo alto, seria... sin ninguna risa. No me era extraño, pero tampoco le conocía... amigo de mis amigos... por allí vivía. Elevé mi rostro hacia el cielo... todo cubierto de grises nubes... nada que escamparía. Lo miré de nuevo, fijo y con recelo... me le quedé viendo.
- Acepto... solo para que me saque de aquí y me deje en la parada del bus... está de acuerdo?
- Claro... entra.
- Estoy escurriendo agua, no importa que moje el asiento?
- Para nada, sube!
Seguí parada frente a él, mirándolo fijamente... con algo de desconfianza; hurgando en sus ojos... a ver si alguna rara intención en ellos encontraba... pero no, mi instinto nada malo me alertaba. Estando ya guarecida de la fría lluvia, presté atención a la música que allí sonaba.... mientras sentía como él me observaba.
- Te encuentras bien?
- Si, gracias por la gentileza. Disculpa, cuál es esa canción?
- Down by the River... Bajando por el río... de Crosby, Stills, Nash and Young. Te agrada?
- Si, me agrada.
Pasada unas cuadras, detuvo el carro. Eso fue todo... unas breves palabras y una que otra mirada. Yo salí, tranqué la puerta y me incliné hacia la ventana; mi intención fue darles las gracias... pero no dije nada. Solo nos miramos... sin pronunciar palabra. El arrancó y se fue por su lado... y yo continúe por el mio. Inocentes los dos... Dios había echado las cartas y el destino haría la jugada! Dos años depués... nos casamos, y algunos más tarde... nacieron nuestros hijos amados!
Con la misma violencia... volví al tiempo presente. Por qué recordar aquello, ahora, de manera tan fuerte y nítido... como -si de nuevo- lo estuviese viviendo? Todo en mi mente se aclaraba... ya sabía por qué yo allí estaba. Un ciclo largo de mi vida... irremediablemente se cerraba; con tal fuerza se sellaba... que asfixiaba. De nuevo Dios echaba las cartas y el destino preparaba la jugada. La vida es una sucesión de ciclos: la conclusión de uno... es el renacer de otro; veremos que nos depara el mañana!

Cooooooooooorre... que te agarraaaaaaaaaan!




Nacer... es un milagro; pero nacer en una época de abundancia y paz... es tremenda suerte! Eran las vacaciones escolares, y el tan ansiado viaje a LOS CARACAS... se hizo realidad, una vez más. El Complejo Vacacional era estupendo... era el lugar perfecto para el encuentro juvenil. Poseía todo lo que se necesitaba... hectáreas de naturaleza, ríos, playas... cine, salas de diversión... y kilómetros de vías para manejar las bicicletas o andar en patines.
- Papá... falta mucho?
- No mi turquita... pronto verás el mar..
- Me avisas papá!
-Si, mi niña, yo te aviso...
Mi inquietud, lo cual me caracterizaba, se veía aplacada por la confianza que él me inspiraba. Como era la más alborotada... iba atrás. Ese asiento era exclusivo para mi; todos miraban hacia delante ... y yo hacia atrás. Mi lugar era privilegiado. Podía hacerle muecas o sacarle la lengua al conductor que nos seguía... o simplemente saludarlos, repetidamente, hasta fastidiarlos. Mis padres en los asientos delanteros, mis tres hermanos en el del medio y yo, como una reina... sola en ese gran asiento. Podía yo recostarme y sacar los pies descalzos por la ventana... sin que mi padre me viera. Era enorme y cómoda esa camioneta Chevrolet Ranchera... vino tinto... toda ella! El viaje transcurría de curva en curva... por la carretera vieja; a pesar de estar hecho el viaducto, que en su tiempo... era una maravilla moderna! Al entrar a Maiquería mi padre anunciaba el avistamiento del mar... como capitán de barco que avista tierra: - El mar... el mar! - El mar, el mar, el mar, el mar, el mar... Repetíamos nosotros en coro y con mucha algarabía! Ya, a partir de La Guaira... era un festejo ambulante lo que allí acontecía. La primera semana... la pasaba feliz; mi padre con nosotros la compartía. Luego se iba a trabajar, y nos visitaba los fines de semana; hasta que transcurrido el mes, nos venía a buscar para llevarnos de regreso a casa. Finalizada aquella... después de su partida... ponía yo mala cara... me la pasaba seria y callada... me hacía mucha falta... sin él, no era la misma vaina! Después de un largo y asoleado día de playa, de montar bici, comer y quitarnos el agua salada... se reunían una veintena de muchachos en la plaza central del conjunto residencial.... o en la avenida, al lado del río, si estábamos por Vega Luna o Vega Larga. Con la piel lozana y bronceada... los muchachos y muchachas se miraban; ellos con manos nerviosas sus cabellos alisaban, y ellas... les coqueteaban, acomodándose las faldas. Las incipientes hormonas flotaban en el aire... parecían luciérnagas locas que, entre sí, chocaban. Entre cuentos y miradas... ellos se reían a carcajadas; yo de cerca los obsevaba... mis hermanos mayores en el grupo estaban... y para donde quiera que iban... yo me les pegaba y, de todo evento -al igual que ellos- lo disfrutaba! La dictadura había quedado atrás y reinaba la democracia. Eran una época tranquila... que podía pasar... que nos preocupara? Distraída como estaba... viendo para todos lados... porque no me quería perder de nada; me quedé aturdida al ver que todos corrian.... como si algo les espantara. Corrian como locos, en direcciones diferentes... solo se oían sus rápidas pisadas, dejando -algunos- sus tenis y chancletas botadas; unos gritaban y otros mandaban a que callaran. Asustada estaba... no comprendía lo que pasaba. Mi hermano Juan Luis, viendo que rezagada me quedaba... me grito muy fuerte: coooorreeeeee... que te agarran! Empecé a correr tras él hasta que pude alcanzarlo; nos escondimos entre unos arbustos y nos quedamos bien callados. Era tal el pánico en el que yo me encontraba... que el corazón en la garganta me asfixiaba. Veía bien su rostro, porque la luna lo iluminaba; sus ojos grandes y desorbitados con la mirada me silenciaba. Su frente sudaba y su respiración se agitaba; yo quería preguntarle... pero él la boca -con sus dos manos- me tapaba.

- Cállate Margarita -susurró a mi oído- no digas nada, porque si nos encuentran... nos agarran!
De repente, vi como su cara se desencajaba... una sombra sobre él se posaba. Lentamente se puso de pie y emprendió una carrera calzada abajo... como si animal salvaje lo acechara! Me dejo solita... me sentí a mi suerte abandonada. Sentí la presencia extraña a mis espaldas; de cuclillas -como estaba- toda la piel se me erizaba, y sobre mis pies... mi orine se derramaba... estaba aterrorizada! Me dieron un empujón por detrás... que entre los arbustos me hizo rodar. Como pude, me incorporé... solo para ver como todos salian de sus escondites y corrían apresurados hacia el gran Jabillo; entre gritos y risas -y al unísono- gritaron... TAIMA! Desconcertada como estaba... poco a poco logré entender... que sólo jugaban a LA ERE... y yo de pendeja -por la distracción e inocencia- corrí tan asustada pensando que de otro asunto se trataba... perdiendo mis Keds y quedando toda meada!