miércoles, 13 de abril de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XLII) LA IMPRUDENCIA



LOLA Y SUS ENREDOS: (XLII) LA IMPRUDENCIA

Desde que Antonio anunció la fecha de la boda y de la llegada de sus hermanos, Doña Ana y Lola, no se daban abasto con el sin fin de tareas por cumplir para que todo saliera como ellos querían. Don Luis observaba que su mujer mostraba signos de gran agitación, más que de cansancio… igual que él. Y Lola los observaba a ellos, con gran preocupación. Un mes era una fecha muy ajustada para arreglar todo, incluyendo las invitaciones y alojamiento de los invitados. Todos se reunían, cada día y cada rato, en la mesa de la terraza, con papel y lápiz en mano, para anotar cada detalle que fuera necesario. Ese día estaba presente Doña Cándida, la modista, para tomar medidas y decidir los diseños de los trajes, tanto de la novia y su cortejo, como del resto de los miembros de la familia y, lo más importante, estimar la fecha de entrega de los mismos.
-Padre, los he observado y he notado, con mucha alarma, que tú y mi madre están muy ansiosos. Estamos conscientes de que la fecha fijada es muy próxima y eso dificulta las tareas planificadas. Yo propongo algo –dijo esto mirando y tomando de la mano a Antonio, quien estaba junto a ella- que depende de lo que diga Doña Cándida, aquí y hoy, estableceremos la fecha definitiva, bien en la previamente acordada o postergándola unos días más, los que estimemos necesarios; pues, quiero que en mi boda, en esta, todos estemos contentos y saludables… la presión nos está matando! Están de acuerdo conmigo? Todos guardaron silencio, se miraron unos a otros e hicieron muecas y señas con las manos, dejando en claro en que, no solo estaban de acuerdo, sino que era lo razonable. Todos, en fracciones de segundo, se relajaron y pusieron cara de alivio, y fijando –finalmente- la mirada en Doña Cándida, a quien se le trasladó la responsabilidad de determinar el tiempo necesario para realizar la ceremonia. Ella, con la jocosidad que la caracterizaba, echó un gran suspiro y manoseó su cuaderno, pasando las hojas de adelante para atrás y viceversa, repetidamente. Luego, poniendo una expresión muy seria, como quien va a dictar una sentencia a muerte, lo cerró bruscamente con ambas manos, tan fuerte, que se estremeció la mesa… haciendo sonar todo lo que en ella se encontraba.
- Telas tengo en cantidad suficiente para elaborar los trajes, según diseños acordados y medidas tomadas… salvo el de la novia; pero, por ello no debemos preocuparnos, mi proveedor resolverá esta situación. El problema radica en la confección; no estamos hablando de cualquier traje, estamos hablando de muchos trajes, de finas telas y acabados, con bordados y pedrería, no es cualquier tontería! –enfatizó Doña Candida, adoptando un gesto de que a ella… la culpa no le echaran. Todos rieron al ver el semblante de la modista, toda ella regordeta y pintorreteada, como acostumbraba, parecía una graciosa cerdita salida de un cuento de hadas.
- Bien, y cuánto tiempo estima usted necesario para realizarlos, sin premura y con calidad en los detalles y remates? –le inquirió Lola sin signo, de preocupación.
- Un cálculo prudente… mínimo, tres meses! –dijo ella muy ceremoniosa. Todos pusieron cara de asombro y, de inmediato, miraron a Lola, esperando la reacción de esta. Lola, con el rostro completamente relajado y con la mirada extraviada en algún lugar del jardín, sacaba cuentas mentalmente, con toda la calma del mundo. Apretó la mano de Antonio y lo miró con entusiasmo.
- Cariño, que te parece si nos casamos en Diciembre, para poder hacer las cosas bien y con calma… y en la hacienda, así resolvemos el problema de alojar los invitados; entre la de ustedes y la nuestra, hay espacio suficiente, qué te parece? – Lola no había terminado de hablar cuando Antonio estaba pegando gritos de alegría, como niño chiquito. Estaba muy contento, allí se habían conocido y enamorado… sería la mejor Navidad de su vida! Todos descansaron, se relajaron… harían las cosas con calma, sería la boda perfecta. Cuando la alegría reinaba, a Doña Cándida se le ocurrió abrir la boca, solo para meter la pata.
- Estarás muy contenta Márgara, por fin tu galán te vendrá a visitar, quién lo diría… dos de las Díaz Robaina, con dos de los Santamaría! –el silencio se hizo, y como ventiladores a toda potencia, los allí presentes miraban de un lado para otro, viendo las caras de las dos mujeres… quienes se miraban, entre ellas, fijamente. Doña Cándida con una expresión que denotaba consciencia de su imprudencia y, Márgara, con furia, por haberle quitado el privilegio de dar la noticia oportunamente, como correspondía. Doña Ana quedó desconcertada, pues a ellas las muchachas no le habían contado nada. Don Luis, se puso rojo como un tomate, detestaba que los extraños se enteraran, primero que él, de lo que sucedía en su casa y se lo restregaran en la cara. Márgara, entre furiosa y frustrada, se levantó de la mesa y se fue llorando, directo a su cama!

Ana Margarita.-

NOTA: La foto que ilustra este relato fue obtenido de "Imágenes" de Google; se desconoce su autor o propietario: a ellos los méritos y derechos que correspondan.

5 comentarios:

  1. Que boniiiiito, me encanto este capitulo, por mas que uno se imagina lo que va a pasar simpre hay alguna sorpresilla.
    Esto se esta convirtiendo en mi novela para mi mesita de noche, EXCELENTE

    Besos

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  3. CON RAZÓN EL TITULO, ESTA ES UNA HISTORIA DE NUNCA ACABAR, ESA FAMILIA ES MUY GRANDE Y CADA QUIEN TIENE SUS ROLLOS. TIENES MUCHA TELA DONDE CORTAR, EL PROXIMO TITULO SERA ¿MARGARA Y SUS ENREDOS?

    ResponderEliminar
  4. jejeje una familia grande es hermosa; tú lo sabes, tú familia es grande... eso es una especie de muy buena suerte! Un abrazo.

    ResponderEliminar