lunes, 11 de abril de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XXXIX) TRÁGAME TIERRA!


LOLA Y SUS ENREDOS: (XXXIX) TRÁGAME TIERRA!







Entraron en la habitación de Lola e inmediatamente se dispusieron a desvestir a Antonio. No fue fácil, fue como desprenderle la piel. El traje lo tenía incrustado. Después de mucho halar de aquí y de allá… lograron zafarlo de esa tortura, entre un quejido y algún otro alarido del infortunado. Doña Ana ofreció a su yerno una bolsa de agua caliente o fría, como el prefiriera, para ayudarle a aliviar el dolor. Pero él se negó rotundamente; alegaba que la trituración había sido suficiente, como para venir ahora a pretender congelárselas o sancochárselas… no faltaba más, protestó!




- Bueno, cómo quieras! Pero que les quede claro que a mí no me engañaron… yo no me chupo el dedo! –les alertó Doña Ana, medio enfadada.




- De qué engaño hablas madre? –le preguntó desconcertada Lola. Pero Antonio si sabía por dónde venía la cosa, poniendo cara de pendejo, como si no supiera nada.




- Sé que toda esta payasada del traje de gángster de tu difunto marido Fernando, fue para distraernos de la preocupación y enojo… ustedes se perdieron de vista, pero muy bien sabíamos donde estaban. Debo reconocer que les salió muy bien, gracias a la guasa de las tías Matilde e Isabel… de otro modo, estarían ustedes en problema! –le contestó la madre, subiendo el tono de voz. Lola le iba a responder, para tratar de justificarse, pero Antonio le hizo señas con los ojos, poniéndose el dedo en la boca… señalándole que guardara silencio. Lola agarró la seña de inmediato y calló, al tiempo que bajaba la mirada, mostrando aceptación a las palabras de su madre y el debido respeto.




- Oye Lola, soy una madre moderna; entiendo que no eres ninguna niña, ni tampoco doncella. Se que se aman mucho y les ronda la pasión, y esta bien… no me opongo, pero hagan las cosas bien hechas! Otra cosa, no me gustan que los hijos “asistan” a la boda de los padres; así que planifiquen su relación como adultos que son, carajo! Les advierto, no quiero sorpresas; hace ya una década que inventaron las pastillas anticonceptivas… úsenlas! –habló bien arrecha Doña Ana, regañando a esos tórtolos como si fuesen adolescentes.




- Y serán efectivas? Bueno, pregunto yo, pues las inventaron los mexicanos… y ellos son un montón! –con la única intención de romper la tensión del momento, le preguntó muy serio Antonio a su suegra, mirando a Lola, quién abrió los ojos desmesuradamente ante el atrevimiento de su amado con esa intervención.




- Muy gracioso Antonio, que tal si lo averiguan? Úsenlas… saben que Luis no soporta la idea de la venida de un hijo sin la bendición de la Iglesia, o sea, boda previa… les quedó claro? –puntualizó Doña Ana, poniendo fin a la conversación. Salió de esa habitación y se metió en la de ella. Allí estaba su marido, esperando las noticias que su mujer le traería.




- Cómo te fue? –le preguntó él a ella.




- Como era de esperarse: ella calladita y él feliz de que se supiera todo, se quitó un peso de encima, seguro así se siente más cómodo… sin tener necesidad de engañar y payasear, supongo! – le contestó ella abrazando a su marido.




- Conociendo la fertilidad de Lola y el ímpetu del otro, me atrevería a decir de que el “cuatro de ocho” ya está anidando en el vientre de nuestra hija…que buena vaina! – le dijo Don Luis a ella, sin verdadera preocupación y con una sonrisa dulce en los labios, le gustaba que la familia fuese numerosa… y Lola se la había proporcionado. Los dos se miraron y sonrieron; apretaron el abrazo y se besaron.








- Tranquilo esposo mío, yo me encargo de que ellos, hoy mismo, fijen la fecha exacta de la boda… todo saldrá bien, como siempre! – le dijo Doña Ana mirándolo a los ojos, con una mirada llena de amor…. y mucho antojo! Este par tenía toda la intención de perderse de vista por un buen rato; nos les importaba perderse la cena, tal como lo hicieron, ese día, Lola y Antonio con el almuerzo… ellos los habían inspirado, despertando su pasión.




Cuando estaban de lo más entusiasmados, empezaron a quitarse la ropa, entre besos, abrazos y una que otra palabrita melosa; se echaron en la cama par amarse como deseaban… hasta que salieron debajo de ella, como ratas chillando, los cuatro Gallardo: Anita, Juancito, Salvador y Santiago. Estaban allí, ocultos de las De Sousa, porque jugaban a las “escondidas”. Los niños se pararon en la puerta, sin dejar de ver a los abuelos. Bajaron las escaleras, a toda voz gritando:




- Los abuelos están jugando desnudos! Los abuelos están jugando desnudos! –riéndose a carjadas.





Ana Margarita.-

NOTA: La foto que ilustra este relato fue obtenido de "Imágenes" de Google; se desconoce su autor o propietario: a ellos los méritos y derechos que correspondan.

2 comentarios:

  1. Los diálogos me parecen bien logrados y la descripción de las escenas las haces normales. Que desenlace, no faltara a quien le haya pasado algo parecido. Lola y sus enrredos pican y se extienden...

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