jueves, 31 de marzo de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XXXI) LA VISITA






LOLA Y SUS ENREDOS: (XXXI) LA VISITA






Don Luis se levantó más tarde de lo acostumbrado, por la resaca… tanto vino y tanta charla. Bajó las escaleras con lentitud; cada paso una repasada a la memoria, no quería olvidar ningún detalle del día anterior. En la medida que bajaba se desconcentraba, las charlas de las mujeres y el parloteo de los niños lo atraían, sacándolo de su dolor. No había terminado de bajar el último escalón, cuando Anita salió corriendo a su encuentro, seguida de sus hermanos y hermanas: todos se peleaban por abrazarlo a él, casi lo derribaban. Tuvo que sentarse; a todos y cada uno abrazaba, besaba y la bendición les daba. Los varones estaban con franelillas y pantalones cortos; las niñas con vestidos de algodón estampados, abotonados en la espalda y en la espalda enlazados; escotes cuadrados, sin mangas, solo tiras en los hombros, bien ventilados. Todos, chicos y chicas, en sandalias… el calor los mataba. Doña Ana estaba parada al frente de ellos, sosteniendo en sus brazos a la más pequeña. También estaba vestida con un traje de fresco algodón, como el de las niñas, escotado y sin mangas, pero abotonado adelante: blanco de pequeñas flores azules, como sus ojos, como los de Lola y los de Anita… como amaba esa azul mirada, intensa como el azul del mar, calma como el cielo de verano. Le vino a la mente la imágen de ella cuando se convirtió en una bella damisela. Se quedaron mirándose el uno al otro, mucho se decían, aunque palabras no pronunciaban.

- Abuelo, ayer no pude verte; te estuve esperando tooooodo el día y toooooda la noche, pero nada que llegaste y me quedé dormida. Te tengo una buena noticia! – le dijo Anita, de manera alegre, muy zalamera y al tiempo le entregó un sobre de la Oficina de Correos. Don Luis lo recibió sorprendido, más bien extrañado; miró intrigado a su mujer, esperando información de ella.

-Ábrelo amor, realmente es una buena noticia… te alegrará el corazón! – le dijo cariñosamente Doña Ana, instándolo a que se apresurara abrirlo de una buena vez. Don Luis, frunció el ceño, como dudoso de todo aquello. Al abrir el sobre, todos los niños guardaron silencio y se quedaron quietos, inmóviles, pendientes del suceso… sin quitar la vista de las manos del abuelo. Don Luis, de seguidas y sin pérdida de tiempo alguno, sacó el papel: un telegrama. Lo leyó en voz baja, para sí. De pronto su rostro se iluminó y una franca sonrisa apareció en sus labios, todo el semblante le cambió… agarró vida.

- Ya lo leíste, cierto? –le preguntó a su mujer, la cual asintió con la cabeza y con una sonrisa tan bella como la de él -niños, llega mi hermana, su tía abuela… la tía Isabel! Una buena noticia, la que faltaba… -dijo esto poniéndose de pie y abrazando a Doña Ana, quien compartía su alegría y entusiasmo. Anita y Juancito brincaron del contento, pues la tía los entretenía con sus raros y divertidos cuentos. Salvador y Santiago –los otros dos niños Gallardo- estaban confundidos, pues si bien la conocían, de ella para nada se acordaban, estaban muy pequeños cuando a ella en Las Islas Canarias visitaran.

- Llegará en el Santa María, la arribada será pasado mañana en el Puerto de La Guaira. Todo está dispuesto para irla a buscar y alojarla, así que no te preocupes por nada, solo disfruta de la llegada de tu hermana – Doña Ana le decía esto a su marido al tiempo que lo conducía a la cocina, aún a él abrazada, para que tomase café y desayunase como Dios manda. Todos comieron con calma, pero con mucha algarabía; solo se hablaba de la inesperada visita de la tía Isabel. No faltaba nadie en la mesa, hasta las empleadas con ellos estaban sentadas: las mujeres charlaban y reían y todo lo planificaban, bajo la mirada atenta de Don Luis y los niños, que bien lo disfrutaban. Decían que nada debía fallar ni faltar. Escribían en un papel y borraban; añadían y quitaban… hasta que por fin estuvieron de acuerdo en lo que tenían que hacer y comprar. Se distribuyeron las tareas, echaron un suspiro de alivio y detrás una carcajada: estaban contentas, muy entusiasmadas.

- Esta vez papá, vamos a prepararnos bien para atenderla como se debe; ya la conocemos mejor y sabremos como agradarla –dijo Lola muerta de la risa, pues recordaba como la vez pasada se burlaban de la buena y simpática tía diciéndole que, al morirse, la lengua – en urna separada- se la enterraban!


Ana Margarita.-

NOTA: La foto que ilustra este relato es cortesía de Google. Aparece en manuscrito nombres ilegibles, se presume autor; y unas letras digitales, se presume propietario. A ellos sus méritos y derechos correspondientes.

1 comentario:

  1. Santa Isabel, Patrona de las viudas y de las novias. Que se traerá esta Doña? Solo AMPM lo sabe.

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