“La ciudad no sabe lo que se
le viene encima… entre brujas y abrazos.”
Todo estaba
preparado para el regreso a la ciudad. La caravana estaba formada; todos y todo
en ella estaban. Los empleados los despedían con efusividad y tristeza;
ciertamente daban trabajo, pero extrañarían la alegría de los niños y las
aventuras de Lola, así como las risas de las mujeres que la casa alborotaban.
Don Luis respetaría la tradición familiar: saldrían de la hacienda lentamente
para dar oportunidad a todos de despedirse de los empleados y de los peones que
en el camino se encontraran; de sus mujeres y niños… y de los perros, las
gallinas con sus polluelos… ¡todo, todo lo que se moviese recibía un efusivo
“¡hasta pronto!” en voz alta y con las manos agitadas! Ya, en silencio, con las
cabezas fuera de las ventanas, memorizaban el paisaje que tanto amaban.
Subiendo la colina, dejaban atrás el valle. Veían cómo se achicaban —en la
distancia— los árboles frutales; solo quedaban a la vista las manchas coloridas
de las flores de los apamates, acacias, flamboyanes y araguaneyes, bordeadas
por las coloridas trinitarias que todo lo cercaban por donde el camino
apuntaba. Se detuvieron, como siempre, en el panteón familiar.
Dejaron flores
frescas —arrancadas del sendero— sobre las tumbas de los abuelos Don Francisco
y Doña Margarita; de los bisabuelos Don Juan Luis y Doña Dolores; de los
tatarabuelos Don Mario y Doña Isabel… y de Don Juan y Doña Belén. En la medida
en que salían de la carretera de tierra, las cruces se perdían de vista y se
iban esfumando el piar de las aves, los aromas a tierra negra mojada, de los
jazmines y de los azahares. La velocidad aumentaba, y los niños —uno a uno— al
sueño se entregaban. Por el camino era mucho lo que se hablaba: planes que se
hacían y deshacían con la marcha. Lola callaba; iba absorta en sus
pensamientos. Se sentía renacer.
A medida que se
acercaban a la ciudad, su corazón latía más rápidamente: Antonio estaba de
vuelta, muy metido en su ser. Cuando la caravana aparcó frente a la plaza —en
casa de los Díaz Robaina— todos quedaron sorprendidos.
—¿Ese es
Antonio? —le preguntó Doña Ana a Don Luis—. Santo Dios… ¡qué flaco está!
—exclamó sin dejar de observarlo.
—No hagas ningún
comentario, mujer; sé prudente —le aconsejó su marido.
Antonio estaba
de pie en la puerta de entrada; erguido, con una sonrisa que parecía pintada
por los ángeles y los brazos a la espalda, ocultando un hermoso ramo de
margaritas blancas. Lola, cuando lo vio, prácticamente se bajó del carro en
marcha, abalanzándose sobre él con tal ímpetu que casi cayeron al piso… y por
este las margaritas quedaron desparramadas. Se abrazaban y besaban; por el
espacio levitaban. Lola sentía que flotaba en el agua: tranquila, serena, en
profunda calma.
A su derredor la
familia se conglomeraba; sonreían y se quedaban mirándolos; las cosas empezaban
a arreglarse… la normalidad regresaba.
Todos se
encargaron de desempacar y ordenar sus cosas mientras los tórtolos conversaban.
Con llanto y arrepentimiento, Lola a Antonio perdón le rogaba; sin mucho
esfuerzo, claro está, porque ella era lo que él más ansiaba.
Pronto Don Luis
los llamó. Se sentaron en la mesa de la terraza y, entre sorbos de café,
hablaron de todo lo sucedido y acordaron la visita a Doña Rosaura para el día
siguiente, muy temprano en la mañana. Ellos no lo sabían, pero Doña Matilde y
Doña Ana, escuchando a escondidas todo lo que allí se hablaba, por ningún
motivo permitirían que Don Luis, solito, se acercara a Doña Rosaura; ellas lo
acompañarían y le cuidarían la espalda, no fuera que la doñita bruja utilizase
sus artimañas… ¡reviviendo el pasado, echándoles buena vaina!
—No se hable más
—puntualizó Don Luis, todo entusiasmado, ignorante de que a sus espaldas una
conspiración se fraguaba—. Así quedamos: le pediremos a ella que nos explique,
muy claramente, qué quiso decir con eso de que “de siete, van tres” … ¡y así
matamos, de una vez, esa culebra por la cabeza!
“Preparados,
listos… ¡regreso lleno de amor y conspiraciones!”
Hola
ResponderEliminarmuy lindo este capítulo, me encanto, y tengo demasiada curiosidad de lo que va a decir la bruja, la descripción de la salida de la finca , excelente,
besos
Gracias Rumi... viste la nota al pie del escrito?
ResponderEliminarMuy bueno!!! a veces rimas como un poema. Te felicito. La secuencia está muy interesante.Mucho respeto a tus antepasados. No te olvides que también soy MARTIN y de La Palma, jejeje
ResponderEliminarCómo olvidarlo Néstor... más de treinta años de amistad y relaciones profesionales, el propio guanche! jejejej
ResponderEliminarPD/ Gracias por el comentario... estás al día, la demorada soy yo!