miércoles, 9 de marzo de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XX) LA CONFRONTACIÓN




LOLA Y SUS ENREDOS: (XX) LA CONFRONTACIÓN

Faltaban todavía dos horas para que saliera el Sol, y ya Don Luis estaba tomando su café, presto a agarrar carretera. No pudo dormir esa noche, vueltas y vueltas en la cama… tantas como vueltas daban sus pensamientos en la cabeza. Al principio, la actitud de Lola la tomó como molestia por lo sucedido en su fiesta; en ese caso, ella tendría razones para estar arrecha… pero el asunto se había salido de control y era desproporcionada la reacción. Lola tendría que entrar en razón, él se encargaría de ello.
En el camino, las largas horas para llegar a su destino, le dieron tiempo de reflexionar… y de calmarse, para poder ir a dónde realmente quería estar: en el corazón de su hija.
Cuando le vieron llegar, todos allí se alegraron; vislumbraban una luz que podría apaciguar a la bestia que dentro de Lola habitaba. La primera en correr hacia Don Luis, fue su esposa. Doña Ana se le abrazó –de tal manera- que parecía un corroncho pegado a una pecera.
- Luis, amor mío, a Dios le doy las gracias por estar tú aquí –lo decía llorando y visiblemente muy alterada- no tienes ni idea del infierno que estamos viviendo… Lola se ha vuelto loca!
- Cálmate mujer, realmente no se lo que pasa… aunque tengo cierta idea. Vamos, entremos… para que me cuentes con calma- abrazado a su mujer caminó hacia la casa. En el corto trayecto se le unieron las hijas y los nietos, y todos -al igual que ella- desconsolados lloraban. Don Luis se puso más preocupado de lo que ya estaba… la vaina era seria!
En el salón de la casa, las mujeres se sentaron… incluyendo a Doña Matilde, Doña Teresita y las nanas. Los niños en el piso y las niñas en las faldas. Las empleadas atendieron a Don Luis, trayéndoles café y agua fresca… y también se quedaron para la charla; estaban tan afectadas… que casi renunciaban. Todos en silencio, esperando que él la palabra tomara.
- Bien, querida, quiero que seas tú quien me cuente que carajo es lo que aquí pasa; pero, te agradezco, lo hagas pausado y sin lágrimas –se dirigió a Doña Ana, con la parsimonia que le caracterizaba. Ella tragó saliva, y con las manos se echaba aire en la cara… para calmarse, como su marido mandaba.
Inhalando, profundamente, empezó su relato; le contaba y le contaba -a veces interrumpida por gemidos del llanto reprimido- de cómo Lola con saña se comportaba. Era tosca, brava y maleducada. A los niños no quería dejar volver para que sus estudios continuaran, pero estando con ella… los maltrataba: no les daba cariño y por todo los regañaba. No se acercaba a ellos… casi los despreciaba. Los ponía a hacer duras faenas del campo, levantándolos de madrugada, incluyendo a los bebés, que apenas hablan. También le contó su extraña relación con el peonaje, andaba con ellos… y no se comportaba como una dama. Mientras narraba las noticias, hacía pausas y recorría con la mirada a los allí presentes… buscando que su historia confirmaran. Todos, a la medida que ella el cuento echaba, movían la cabeza en señal de aprobación de la versión echada… con caras de pendejos y la boca abierta, como esperando que las moscas entraran. Don Luis, en la medida que su mujer hablaba, iba perdiendo la compostura y los dedos de sus manos… en el sillón enterraba, sus mandíbulas apretaba y la mirada se le ofuscaba: estaba realmente arrecho y para nada lo disimulaba. Justo en ese momento, Lola hizo su aparición y exclamó, muy sarcástica:
- Vaya, llegó el que faltaba!- lo dijo con una sonrisita de jodedorcita, pero que no le duró mucho, porque el padre se la borró… de una sola bofetada. Lola se llevó la mano a la cara; era la primera vez que él le pegaba y, también era la primera vez -en todo ese tiempo- que la lucidez en su ojos se reflejara. Se quedó seria y muy callada, evidentemente adolorida en el rostro y en el alma. Todos los presentes sus bocas taparon, para no dejar salir el grito de sorpresa ante aquella situación inesperada. Doña Ana se puso instintivamente de pie, como para evitar que una reyerta se iniciara. Pero no sucedió, Lola se aplacó y a su padre respetó.
- Jamás pensé que un miembro de mi familia me avergonzara… y tu lo has hecho Lola, de quien menos esperaba- le dijo esto hablándole de frente; la tenía sujeta por los hombros, con su manos… bien firme en ellos. Lola no dijo nada, bajó la cabeza abrazándose a su padre fuertemente y lloró desesperada. Le decía, casi a gritos, que tenía miedo… que Doña Rosaura le había dicho que de siete, llevaba tres… es decir, que faltaban cuatro y ella no quería contar a Antonio entre los faltantes… que eso la tenía desquiciada y por ello de él se alejaba! Inmediatamente se escuchó un ah! Que pronunciaron atónitos los presentes, intuyeron que el asunto se ponía color de hormiga y hubieran dado todo lo que tenían… por no estar ahí ese día!
Mejor Lola no hubiera dicho nada. Cuando Don Luis escuchó el nombre de la bruja… entró en cólera. Márgara y Ana Isabel se levantaron y corrieron espantadas, sabían que se había prendido la mecha… y de esa no se salvaban!

Ana Margarita
.-

NOTA: La foto que ilustra este relato fue bajada de Imágenes de Google. Se desconoce autor o propietario.

5 comentarios:

  1. Ana Margarita, ¡qué historia fantástica la de Lola, me encanta!. Espero seguir leyendo tus relatos apasionados e intensos...

    ResponderEliminar
  2. Gracias Iratxe, me satisface tu comentario... gracias de nuevo, saludos y un gran abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Que bueno esta este, viví cada momento, pobre Lola, le metieron su buena cachetada pero bien merecido que se lo tenia...
    Anoche lei este relato en el movil y le dije a Fran que no podía esperar a leer el próximo... Excelente voy por el último...

    ResponderEliminar
  4. Pobre Lola... estoy haciendo desastres con ella! Un beso a Francisco José y bendiciones para todos.

    ResponderEliminar
  5. Me gusto mucho esta entrega, la descripcion que haces de la reunion nos adentra en la escena. Felicitaciones!!!

    ResponderEliminar