domingo, 20 de marzo de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (28) LA ACLARATORIA




“Tres de siete… ¡y el misterio sigue dando vueltas!”

Estaban todos quietos —pero muy inquietos—, sentados en un gran banco de madera semicircular con espaldar finamente tallado, una verdadera obra de arte de algún ebanista que en ello puso mucho cuidado. Cada uno tenía un pensamiento en mente, al de los otros ¡completamente diferente!

Lola y Antonio estaban sentados muy juntitos, de las manos tomadas. Él, tranquilo, sabía que nada malo pasaba con el amor de ellos. Ella, angustiada, deseosa de que de su inseguridad la sacaran. Doña Matilde, echándose una gozada, a la expectativa de ver cómo todo aquello terminaba. Márgara hilaba mentalmente lo que contaría a Doña Rosaura. Doña Ana, montada en celos, con la mano bien afincada sobre el muslo de su marido para que no se olvidase de que ella allí estaba. Y Don Luis, calladito, para no alborotar el avispero en el que se encontraba.

Doña Rosaura apareció de la nada, silenciosa, y de esa manera se sentó frente a ellos en un gran sillón de suela repujada y de madera tallada, tan fina como la del banco donde ellos se encontraban. Prendió un cigarrillo y a todos, uno por uno, fue mirando. Detuvo la mirada en Márgara, a quien reconoció como la muchacha que aquel día acompañaba al sodomita al que ella le leyera las cartas: Lola. Luego se fijó en Doña Ana, examinándola con cuidado para no perder detalle de nada.

—Caramba, Doña Ana, ¡cuánto tiempo tenía sin verla! La última vez aún era una señorita —le dijo muy seria y con una intensa mirada.

Pero Doña Ana no le respondió nada, ni por cortesía; le sostuvo la mirada, ¡a ella nadie la intimidaba!

Doña Rosaura continuó recorriendo a todos con la vista hasta llegar a Don Luis, quien esquivó la mirada haciéndose el pendejo, a ver si no le hablaba… pero no le resultó.

—Y tú, Luis, estás igualito de guapo; parece que fue ayer… ¡hasta te has puesto mejor con los años! —dijo esto a conciencia de que molestaría a su mujer, por lo cual mostró una sonrisa de complacencia.

Don Luis pegó un pequeño brinco por las uñas que Doña Ana le enterrara. Doña Matilde, con los ojos bien abiertos, la rabieta de su prima esperaba… pero no pasó nada; aquella se comportó como una dama.

—¡Gracias! Todo bien, aquí con la familia —se apresuró a contestar “Luis” para cortar la charla de Doña Rosaura, a ver si su mujer le desencajaba las uñas del muslo; pero no, ahí seguían, bien clavadas.

Todos guardaban silencio; la intriga no los abandonaba. No entendían la familiaridad con la cual la bruja lo trataba, salvo Doña Matilde y Doña Ana, que el secreto guardaban.

—Bien, ustedes dirán a qué debo el honor… ¿a qué vinieron ustedes aquí? —inquirió ella, a la vez que soltaba una bocanada, envolviéndose en una nube de humo y perfumando el recinto a tabaco rubio, el inglés, que olía muy bien.

—Lo que pasa, Doña Rosaura, es que la vez que vinimos usted dijo algo que nos dejó confundidas, tanto… que la vida nos ha cambiado. Queríamos saber si nos puede aclarar el asunto y así, quizás, se resuelva todo —estas palabras las dijo Márgara, casi atropelladas por el nerviosismo que la embargaba.

—¿Confundidas? No entiendo. A ti las cartas no te he echado, y la única vez que viniste fue acompañando a un “él” … entonces, ¿de qué estamos hablando? —Doña Rosaura hizo la pregunta solo para introducir la charla, pues ya conocía la respuesta. En verdad, ya sabía a qué venían, pues “Luis” ya le había anticipado el motivo de la visita.

—Sí, lo sé, era Lola disfrazada; no quería que la vieran y de ella siguieran hablando. El asunto estaba mal y no lo queríamos empeorar: la gente diría que los muertos serían por hechicería, así como usted dijo… que se rompería.

—¿Muertos? ¿De qué demonios estás hablando? ¡Hazme el favor y aclara, que me tienes tan confundida ahora como me confundieron esa mañana! —exclamó Doña Rosaura, un poco en serio y un poco en broma.

—A Don Juan y Don Fernando, sus difuntos esposos… y a Don Clemente —acotó Márgara.

—Dos maridos difuntos tienes encima… —dijo Doña Rosaura sin sorprenderse, mirando a Lola—. ¡Ah! Lo de Don Clemente… hasta aquí llegaron las habladurías. ¿Y qué tiene que ver todo este asunto de los muertos con lo que yo les haya dicho en aquel momento? —puntualizó Doña Rosaura.

—Que usted dijo que llevaba “tres de siete”. Lola está asustada, teme que Antonio pueda ser el cuarto…

Aquello le resultó hilarante a Doña Rosaura, provocándole una inesperada risa que hizo que se ahogara con el humo del cigarrillo que, justo en ese momento, aspiraba. Se puso de pie y mandó a callar a Márgara.

—Ya, ya, ya… calla. Por tratar de engañarme a mí ese día, ¡salieron ustedes muy apresuradas y más enredadas de como entraron! Les confieso que, en aquel momento, lograron llegarme a molestar y confundir: mi visión era sobre una mujer y, en frente, lo que tenía era a un afeminado. Llegué a pensar que mi don me abandonaba… —Doña Rosaura hizo una pausa, inhaló profundamente y prosiguió—. Antonio es el “guerrero” y el hecho de que esté aquí indica que ya venció y empieza a beber las mieles… Y sí, lo confirmo más segura que antes: llevas tres de siete, y posiblemente sean cuatro de ocho… ¡quién sabe cuántos de tantos! La incógnita solo la podrán despejar ustedes dos.

Dijo esto mirando fijamente tanto a Antonio como a Lola, pero con una dulce sonrisa en los labios, casi triunfal.

Antonio, quien era muy hábil con los números y en aquello de resolver enigmas, solo necesitó segundos para descifrar aquella ecuación, por decirlo de alguna manera. Miró agradecido a Doña Rosaura por la bondad de sus palabras; luego volteó a mirar a Lola y apretó aún más la mano de ella, llevándosela a los labios y besándola suavemente, al tiempo que le decía:

—Cada día te amo más y más… y no sé cuánto más se pueda llegar a amar a alguien, ¡pero yo lo abarcaré!

Lola no comprendía nada, pero la seguridad y el amor de Antonio le eran suficientes para disipar sus temores y echar a andar sus amores.

 “Antonio descifrando ecuaciones amorosas mientras Lola solo sonríe.”


NOTA: La foto que ilustra este relato fue bajado de Imágenes de Google. Se desconoce autor o propietario.

5 comentarios:

  1. Pido a mis amig@s lectores disculpas por la demora en la entrega de este capítulo; me afectó un fuerte virosis... que aún me mantiene lerda! jeje Saludos a todos.Gracias.

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  2. Muy bien...hurra!!! Sin ser un critico especializado, me gusta como desarrollas los personajes y situaciones. Lo de Doña Rosaura y Don Luis esta buenisimo. Te felicito ANA MARGARITA, este capitulo cubrió mis expectativas. Gracias.

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  3. Espero que se mejore pronto de la virosis...
    Este capítulo me dejo como a Lola, un poco confundida pero me imagino que en el siguiente capitulo me enteraré. Lo de don Luis y Doña Rosaura le añade aún mas picardía al asunto, jeje me encanta.

    Mil besos

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  4. Felicitaciones Margarita,los últimos tres capítulos mantienen la intriga de la trama, pues no se ve desenvolmimiento del enredo,creo que vas a tener que escribir unos cuantos relatos mas para ir aclarando esa interesante historía.

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  5. Gracias Néstor, un abrazote amigo.-
    Gracias Rumi, ya estoy bastante mejor, aunque no bien del todo, un besote mi niña linda.-
    jejeje Gracias Francisco... estabas perdido! a veces las cosas son tan simples y estan a la vista... que no la percibimos al estar atentos a que suceda algún asunto más complicado; Pero en dos capítulos, más o menos... quedará al descubierto el misterio, que no es tal. Un besote para ti cariño, cuidate.

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