martes, 1 de marzo de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (14) LA ESCAPADA




“Besos, enredos y gritos de niños: ¡bienvenidos a la escapada!”

Estaban todos sentados en los lugares que les correspondían. De la cocina empezaron a salir los empleados con la comida. Lola miró a su padre y luego a su madrina, Doña Matilde. De inmediato captó que algo tramaban y, conociéndolos como los conocía, sabía que un desastre se avecinaba. Consciente de ello, metió la mano bajo la mesa y tocó suavemente el muslo de Don Antonio, quien de inmediato volteó a mirarla. Lola, muy discretamente, le hizo una seña con los ojos.

—¿Ahora? —le preguntó él al oído.

Ella asintió con la cabeza.

Mientras todos estaban distraídos con el servicio de la comida, ella y su amado se retiraron de la mesa como dos fantasmas, sin ser vistos ni levantar ningún comentario, salvo por Márgara, que los observaba; conocía de los planes de amor de su cuñado y de su hermana. Ana Isabel y ella se encargarían de los niños para que los enamorados se amaran.

Los dos tórtolos salieron al jardín, tomados de la mano. Se escabulleron por uno de los senderos que conducía a los jardines de jazmines y trinitarias. Voltearon hacia atrás, viendo cómo de las luces se alejaban. Siguieron caminando lento, muy despacio. Hablaban, mucho hablaban, entrelazados con sus brazos y con sus cabezas rozándose. Él jugaba con su mano sobre ella: la recorría delicadamente desde la nuca hasta lo bajo de la espalda; luego la subía hasta los hombros y por el brazo la bajaba hasta la palma de su mano. Muy suavemente, apenas con las yemas de sus dedos la rozaba… ¡y ella se dejaba!

Besos suaves y dulces iban; besos apasionados venían, uno detrás de otro, sin parar. Llegó el momento en que ya lo único que deseaban era comerse mutuamente; no querían, ni permitirían, que esta segunda oportunidad que les daba el destino les fuera arrebatada. Se miraron y rieron, cada uno sabía lo que el otro quería; con sus miradas se habían dicho todo.

Soltaron el lazo que habían hecho con sus brazos por la cintura; se tomaron de las manos y caminaron apresurados, completamente sonrojados y con una sonrisa como la de la Mona Lisa, a ocultarse —de la vista— en un gran quiosco en la parte trasera del jardín. Allí quedaron semiocultos por la frondosidad de las trinitarias y de las enredaderas que trepaban por el enrejado. Los jazmines perfumaban su amor.

Las siluetas estaban tenuemente iluminadas por la luz de la luna, que los acompañaba como cómplice. Las perlas bordadas en el traje de Lola centelleaban como sus ojos cuando él la acariciaba.

—Lola, necesito hablar contigo, explicarte por qué aquella vez te dejé abandonada. En aquel entonces fui víctima de una infamia y debí enfrentarla —le dijo Antonio, sin dejar de besarla ni acariciarla.

—¿Por qué no me lo dijiste? Dejaste que de ti mal pensara —le reprochó Lola, muy sutilmente, mientras se dejaba tocar.

—¡Porque prefería que me odiaras a que una sola lágrima por mí derramaras! —Lola lo interrumpió, sellándole los labios con sus besos.

No volvieron a pronunciar palabra. Antonio se desesperaba, llevaba rato tratando de desabrochar el vestido de su amada. Este era abotonado en la espalda, con botones muy pequeños, forrados en la misma tela del vestido, y los ojales eran tipo chino… ¡estaban muy bien asegurados! No llevaba ni uno cuando Lola ya le había desabotonado la camisa y los pantalones le caían hasta los tobillos. El pobre Antonio estaba frustrado.

Decidió dejarlo así, metiendo las manos por debajo de la falda en vez de quitarle el vestido. Cuando estaban de lo más emocionados, casi encaramados, Lola, que lo besaba con los ojos cerrados, los abrió de golpe como si fueran los focos de un faro: escuchó, a lo lejos, lo que parecían ser los gritos y llantos de sus hijas.

—Antonio, mis niñas gritan y lloran… —dijo preocupada.

—Lola, por favor, quédate quieta; ¡no, no te quedes quieta! ¡No te vayas a levantar, por Dios te lo pido, no me hagas esta maldad! —suplicó Antonio.

Pero Lola solo tenía oídos para los gritos y llantos de sus hijas, que en su corazón retumbaban como un llamado de emergencia. Tomó la cara de Antonio entre sus manos, besó sus ojos y su boca, mirándolo con dulce desconsuelo… ¡y de él se apartó!

—Lo siento, Antonio. Yo también te deseo, pero este amor que siento por ellas es superior a cualquier anhelo. ¡Nos amaremos en un posterior momento! —le dijo al tiempo que se levantaba, bajaba la larga falda de su hermoso vestido, acomodaba su rizado cabello y emprendía, casi corriendo, el retorno a casa, pues en ese instante le pareció estar demasiado lejos de sus hijas amadas.

Antonio no pudo decir nada, no tuvo tiempo para ello. Si alguien hubiese fotografiado su cara, vería en ella escrito un poema al lamento. Intentó seguirla, sin darse cuenta de que llevaba los pantalones en los tobillos, y dio un gran tropiezo… ¡de nuevo estaba en el suelo!

Levantó la vista, solo para ver cómo Lola corría, desvaneciéndose en el camino. Por unos minutos quedó tirado en el suelo, llorando como un niño sin consuelo, con el corazón latiéndole tan fuerte que parecía salírsele del pecho.

“La luna puede ser cómplice… ¡pero los hijos siempre alertan al escuadrón!”


6 comentarios:

  1. Aquí va,extraordinarios tus relatos, me parece que en tus escritos todos los personajes cobran vida y no hay actores secundarios,todos y cada uno parecen tener su propia personalidad.Me hace recordar a un gran escritor.

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  2. Gracias, me encanta tu comentario... me motiva a seguir en esto, la escritura, que tanta satisfacción me da! Un abrazo!!!!

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  3. Eres una máquina para ecribir, o un procesador de palabras, no una escribiente, no...no...mejor UNA IMPRESORA LASER. Le salió competencia a Isabel Allende. No se que decir, Don Antonio o se salvó de morir o se quedo con la carabina al hombro. Seguimos leyendo, tu sigue escribiendo. Felicitaciones!!!

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  4. Caramba! Hoy amanecí elogiada... qué satisfacción siento por ello. Honor que me haces amigo. Me alegra, de verdad, que te haya gustado... siento que no pierdo el tiempo!Gracias!!!

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  5. Bueno Antonio se quedo con las ganas, pero bien merecido se lo tiene, a ver que le depara el destino junto a Lola, una mujer como ella no es de apresurar, apoyo la decisión que tomo !

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  6. jajaja Así es Rumi, primero el cuidado de los niños... que las ganas!

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