“Amor, lecciones y algún que otro moretón: todo en un día típico de los Díaz Robaina.”
Doña Flor salió
corriendo detrás de su hermano, logrando alcanzarlo antes de que este diera el
gran portazo. Lo agarró por el brazo y le ordenó que se detuviera. Don Carlos
la obedecía; era su hermana menor, pero mucho la quería y siempre la defendía
por los ataques de la familia, por su comunismo de porquería.
—No entiendo,
hermano, por qué golpeaste a esos pendejos; tú, y todos sabemos, que lo
sucedido en la mesa son vainas de nuestra madre y de Luis, nuestro tío. Han
querido darte una lección que hace tiempo debiste haber aprendido: no se
defiende la pobreza, se lucha contra ella. Para acabar con los pobres, no hay
que ponerlos a pelear con los ricos, sino ponerlos a trabajar como ellos, para
que también progresen… ¡nadie quiere ser pobre! ¿Es que no lo has entendido?
¡De eso, hoy, tú mismo fuiste el ejemplo! —le decía mirándolo fija y dulcemente
a los ojos, sin que esa mirada dejase de ser un reproche.
—Claro, claro, eso
debe haber sido… ¡y yo como un pendejo he caído! —Don Carlos se desplomó en uno
de los muebles del porche de la casa. Apoyó los codos sobre sus rodillas, tapó
su rostro con las manos y se echó a llorar como un niño desconsolado. Doña Flor
se abrazó a él con un profundo sentimiento de pena hacia su hermano.
—Dime, Carlos,
¿estarías dispuesto a cambiar el rumbo de tu vida y acabar con toda esa
ideología barata del comunismo que ha sido para ti, y para el mundo entero, una
pesadilla? —se lo preguntó tomándole cariñosamente el rostro con sus delicadas
manos.
—Sí, Florcita,
estoy cansado de que me traten en todos lados como una mierda… ¡ayúdame, por
favor! Ya no soporto tanto fracaso, humillación y vergüenza, necesito ser
respetado —lo dijo llorando desconsoladamente, correspondiendo el abrazo de su
hermana.
—Entonces, ¡no se
diga más! Tengo un plan, que creo no fallará. Vámonos a casa; mañana será otro
día y las cosas en tu mente y en tu corazón se aclararán —Se pusieron de pie y,
más tranquilos, emprendieron el retorno a su hogar. Don Carlos, por todo el camino,
no dejaba de mover las manos; le dolían mucho, tenía los nudillos hinchados,
casi a reventar.
Dentro de la casa
de los Díaz Robaina… ¡el tema era otro! Todas las mujeres se levantaron de las
mesas: unas para calmar y poner orden a los niños, quienes, al ver la pelea
entre los hombres, hicieron que todos los varones, y Anita, se pusieran a jugar
a los guerreros… ¡haciendo desastres en su mesa y fuera de ella! El resto de
las niñas lloraban histéricas; estaban asustadas, nunca habían presenciado una
confrontación, ¡menos una como esa! Las otras mujeres socorrían a los
patiquines, que tenían las caras ensangrentadas y no terminaban de recobrar el
conocimiento. ¡Era un total caos!
Don Luis se quedó
sentado en su mesa, fumándose un habano; tenía la mirada perdida, cavilando
sobre lo sucedido. Con él estaba el párroco, que continuaba comiendo como si
nada; de vez en cuando levantaba la mirada y se reía, pues todo aquello le
causaba gracia. También Doña Matilde y su marido… y Doña Ana.
—¿Crees que hicimos
lo correcto? —le preguntó Doña Matilde a Don Luis, al mismo tiempo que le quitó
el puro de las manos, echándole una bocanada.
—¿Tienes alguna
duda? ¡Yo no la tengo! De todos modos… eso lo dirá el tiempo —le respondió de
lo más tranquilo, como él acostumbraba.
—Pero estemos
claros, Luis, eso de echarle el muerto a aquel par de pendejos ¡no es de
cristianos! —acotó el párroco, limpiándose la boca con la servilleta de tela y
riéndose del asunto, algo sarcástico.
—No temas, José, si
por la verdad murió Cristo, no está demás que esos patiquines se hayan llevado
un par de bofetadas; además, para eso fueron creados los mártires, ¿o no? —le
contestó Don Luis, justificando su acción en tono igualmente sarcástico.
—¿Bofetadas? ¡Fue
un buen par de coñazos! Si algo bueno tengo que decir de mi hijo Carlos es que
pelea muy bien ¡y buena fuerza tiene! —intervino Doña Matilde, soltando una
carcajada.
—¡Yo creo que se
extralimitaron, se pasaron de la raya! —habló Doña Ana, que hasta ahora había
permanecido callada. Estaba inquieta, pues hace mucho rato que ni a Lola ni a
Don Antonio divisaba. Abandonó la mesa y dio vueltas por la casa, pero nada, no
los veía. Se asomó a los jardines y tampoco; los enamorados no estaban. Irene
Margarita, a su madre, observaba y se imaginaba el porqué de su preocupación.
Se acercó a ella y, abrazándola, le dijo en voz muy baja para que el secreto se
guardara:
—Madre, Lola y
Antonio se fueron de aquí —eso le dijo, sin agregar más nada.
—¿Cómo? ¿No me
digas que por todo el alboroto Lola se fue enojada? —le preguntó con los ojos
casi llenos de lágrimas.
—No, madre, para
nada… están enamorados; deben andar por ahí, diciéndose dulces palabras,
celebrando su cumpleaños, ¡como Dios manda! —la picardía en el tono de voz fue
suavizada por una dulce mirada.
—¡Ah! Se escaparon
sin decirme nada —exclamó Doña Ana, ya relajada.
—¡Ni tontos que
fueran para anunciar su escapada! —dijo Márgara, soltando una carcajada. Se
miraron y sonrieron las dos mujeres, madre e hija, al tiempo que miraban al
cielo iluminado por una gran y hermosa luna llena, imaginando las escenas de
amor que esta alumbraba como silenciosa cómplice de aquellos que se amaban.
“Moraleja:
a veces un buen coñazo enseña más que mil discursos.”
Pero bueno.... esto se esta complicando cada vez mas, se esta conviertiendo en una novela de verdad, me encanta, me lo imagino todo a medida que voy leyendo ...
ResponderEliminarA donde se habrán ido Lola y Antonio :o)...
Besos
jejeje Sabes Rumi, lástima que no sea fácil hacer los comentarios en el blog; mucha gente me ha hecho comentarios muy interesantes por el correo electrónico y me han pedido que les diga cómo pueden dejarlos en el blog... pero no se qué decirles al respecto!
ResponderEliminarHola
ResponderEliminarAqui le dejos dos links donde se explica como dejar comentarios en un Blog, espero le sirvan, mandeselos a sus amigos,
besos
Rumiana
http://www.google.com/support/blogger/bin/answer.py?hl=es&answer=42399
http://karitis.blogspot.com/2009/03/como-dejar-un-comentario-sin-estar.html
Gracias, sabía que resolverías!!!!! besos y bendiciones a Gabo y a Christian... a todos... LOS AMO!
ResponderEliminarMuy buena la reflexión sobre los pobres!!! Los diálogos estan buenos. Y la incertidumbre crece, creo que Antonio será la proxima victima. Esto me hace acordar del libro de Tobias (Biblia) donde los maridos de la que fue su esposa se acostaban pero amanecian muertos, jajaja
ResponderEliminar