sábado, 26 de marzo de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: (XXIX) QUÉ CARAJO!




LOLA Y SUS ENREDOS: (XXIX) QUÉ CARAJO!

Salieron todos en silencio por el largo zaguán, acompañados de Doña Rosaura, la que muy discretamente, metió un papelito doblado en el bolsillo de Don Luis… quién no pudo disimular la emoción, cambió de colores como un camaleón!
- Espero se vayan tranquilos y en sus vidas reine la paz y el bien. No te pierdas Luis, esta es tu casa… puedes venirme a visitar cuando quieras – le dijo esto guiñando un ojo y echándole un beso al aire. Don Luis pegó otro brinco, Doña Ana esta vez no le clavó las uñas sino que le pegó un gran pellizco y le dijo muy bajo, acercándosele al oído:
- Si tu te atreves a venir a la casa de esta mujer… te juro que te lo arranco! –y se echó a andar delante del marido, encolerizada, los celos la mataban. Don Luis aprovechó para voltearse y, mirando a Doña Rosaura, dobló los brazos hacia delante con las palmas de las manos hacia arriba, como una señal de interrogante: Qué pasó Rosaura, vas a seguir echándome paja con mi mujer? Eso parecía preguntarle con la mirada; pero a Doña Rosaura ese asunto de los celos le causaba mucha gracia y soltó una franca carcajada. Se dio media vuelta y trancó las puertas tras ella, como si nada.
- Ni se te ocurra mujer, este viaje de regreso yo no lo hago en desgracia… no permitiré que de nuevo me claves tus garras! -le dijo Don Luis a Doña Ana, cuando esta pretendía sentarse junto a él. La tomó delicada –pero firmemente del brazo- y la sacó del lugar que por “ley” le correspondía. Abrió la portezuela de la parte posterior y allí la sentó.
- Ahí vas y muy tranquilita, y si es calladita… mucho mejor! Y tú, Antonio, te vienes adelante conmigo, deja a Lola con las mujeres… que vayan atrás, para que no jodan con el temita de Doña Rosaura. -Antonio contuvo la risa e hizo caso a su suegro; acomodó a todas las mujeres en el asiento posterior y luego se monto en el puesto delantero… iría de copiloto; estaba de lo más contento y nada le echaría a perder ese momento. Doña Ana estaba enojada, pero su prima Matilde le daba codazos para que cambiara la cara; le hacía señas con los ojos y muecas con la boca, dándole a entender que allí no había pasado nada. Márgara las miraba, y ante cualquier asomo de esta en abrir la boca para preguntar algo, las dos se ponían el dedo en la boca, ordenándole que callara.
- Padre, por qué mi madre está brava y por qué Doña Rosaura es tan confianzuda contigo, fue tu novia? –le preguntó Lola muerta de la risa. Don Luis, que no llevaba ni cuatro minutos en carretera, no contestó nada.
- Papá… no me escuchaste? –insistió ella, mirando a las otras cuaimas, que con el silencio le daban su anuencia para que preguntara.
- Lola, mejor te callas! –le contestó muy seco.
- Caramba padre, no ves que con tu silencio lo que haces es aumentar la intriga y darle al asunto más gravedad de la que en realidad pueda tener? Anda, echa el cuento pa´fuera y así nos entretienes en la carretera! –volvió a insistir Lola, echada sobre el espaldar del asiento delantero y rodeando el cuello de Don Luis, muy cariñosamente y muerta de la risa.
- Qué Carajo! Quieren cuento? Cuento tendrán! –dijo Don Luis en un arranque de mal humor. Antonio tenía una cara extraordinaria, llena de vida y felicidad; todo ese alboroto familiar le producía bienestar, pues denotaba la franqueza entre ellos y la confianza en él: su familia era muy conservadora y nada de esas familiaridades se disfrutaba en su hogar. Se sentía bien con ellos, se sentía en familia.
- Ay! Don Luis, cuidado con lo que salga de su boca… después no acepto se retracte de nada y nada le perdono! –le dijo Doña Ana, aún con su enojo.
- Usted se queda calladita Doña Ana, que fue usted la que empezó toda esta intriga con su alharaca! –la regañó su marido.
- Escuchen bien, pues el cuento no pienso repetir. Cuando yo contaba con dieciséis años, ya era todo un mozo y las mujeres me gustaban. Ana solo era una niña de ocho, y con muñecas jugaba. En cambio, Doña Rosaura contaba con veintidós y era extremadamente guapa… y muy dada a hacer favores a aquellos que bien le trataban; ustedes saben, la consideraban “rara” por eso de la videncia y casi nadie le hablaba. Luego, al crecer tu madre, me enamoré de ella y más nunca volvía ver a Rosau… a Doña Rosaura. Eso es todo, no se por qué forman tanto drama! Ah! Y no quiero que se vuelva a hablar del tema, porque sino me voy a visitar a la dama y así, si hablan, ya no será paja! –concluyó Don Luis, creyendo –iluso él- que al asunto le había puesto el punto final.

Ana Margarita.-

NOTA: La foto que ilustra este relato fue bajado de Imágenes de Google. En ella se encuentran unas letras ilegibles. Se desconoce autor o propietario.

2 comentarios:

  1. En tremendo lio se metió Don Luis!!! Tan zamarro y tan ingenuo. Hubiese inventado una mentirilla piadosa o cualquier otra excusa: Que la Bruja todo lo enrreda, la edad, etc, etc. El pez muere por la boca, jajaja

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  2. aaajajaja... què te puedo decir? jeje Un abrazo!

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