domingo, 12 de septiembre de 2010

EL AMANECER







Su cuerpo yacía desnudo a un costado de la cama. Estaba despierto, mirando fijamente la ventana. Veía como la fresca brisa primaveral se colaba entre las cortinas, ondeándolas una y otra vez; al tiempo que la habitación se impregnaba de los dulces aromas del jazmin y de los manzanos, del orégano y del romero y de la fragancia de ella... que la tenía a su lado. Solo vivía para despertar y ver el amanacer. Se quedaba mirando la ventana, suplicándole a Dios que aparecieran los primeros rayos de sol... y se produjera el milagro.

Como mágica aparición, la luz fue inundando la habitación y sus rayos todo lo iluminaba suavemente... como la visión a través de un velo de novia. El espejo frente la cama, semejaba un lago de plata que refleja la más bellas de las siluetas... las de ellos.
Como todos los días, todo estaba por comenzar... y eso lo agitaba; pero se quedaba quieto, como dormido. Sintió, de repente, como el pie de ella se movía en busca del suyo. Contuvo la respiración y cerró los ojos, no quería que supiese que estaba despierto ni que todas las mañanas con ansias... su despertar esperaba.

Todo su cuerpo se estremeció cuando sus brazos lo rodearon... se iniciaba el milagro! Lo acariciaba suave y lentamente de arriba a abajo, como el vaivén de las olas a la orilla de un lago. Se le acercaba tanto, que podía sentir su aliento... como sentía la brisa de la mañana . Se le encaramaba, sentía el calor de su vientre en sus nalgas y sus suaves pechos le rozaban la espalda. Su cara tibia se apoyaba en su mejilla, mientras le besaba sus ojos, sus orejas... toda su cara; sin dejar quietas las manos... que todo lo tocaban. Ella lo besaba, de cabeza a los pies... sin perderse de nada. Como le gustaba eso, su peso, su calor... sus caricias, sus besos; solo Dios sabía cuanto la amaba!
Sin poderse contener más, se dió vuelta, sosteniéndola firmemente con sus brazos; para que quedase arriba... como le gustaba.Vio su rostro iluminado por la mañana. Lo tomó con sus manos, por las orejas hasta la nuca y lo atrajo hacia sí... para poder besarla, una y otra vez... mientras se abría camino a sus entrañas; suave y lento, para grabar en su mente esa sensación de gloria... que al firmamento lo elevaba. Ella mantenía el control, con el ritmo de sus caderas... con sus manos a las de él entrelazadas.
El la miraba fijo, con la respiración entrecortada. Deseaba detener el tiempo... que esa mañana jamás acabara. El inmenso placer que sentía solo se comparaba con el miedo que le agobiaba; qué sería de su vida, de sus días... si despertara una mañana y ella a su lado no estuviese?



Ana Margarita.-



Nota: La FOTO que ilustra el presente relato fue bajada de Imágenes de Google; se desconoce autor o propietario, a ellos los méritos y derechos que puedan corresponderle.

2 comentarios:

  1. Que bello es este Amanecer tuyo Ana. Muyyyy bueno.

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  2. Gracias Tony, me alegro lo hayas disfrutado; Así deberían ser todos los amaneceres de las parejas enamoradas que comparten su vida, además de la cama... cada día un sueño, cada día una esperanza! saludos amigo.

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