miércoles, 16 de febrero de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: ( 1 ) LA VIUDEZ



Dolores Díaz Robaina, hija de canarios, era una mujer buena moza y muy altiva, la mayor de tres hermanas; ya contaba veinte y nada que se casaba. Eso, en aquel pueblo y en aquel entonces, significaba que la muchacha quedaría solterona; situación que preocupaba a sus padres y tenía desesperadas a las hermanas. No era porque le faltasen pretendientes, ¡no! Es que Lola –así la llamaban– de Antonio estaba enamorada, y él ni bolas le paraba. La presión que ejercían sus hermanitas y la vergüenza de sus padres hicieron que ella, por Juan, se decidiera.

Juan, de apellido Gallardo, era un joven bien compuesto, de buena cuna y, sobre todo, loco por ella. El matrimonio se dio –con gran gala– y todo el pueblo asistió.

Lola de Gallardo no perdió tiempo: a Juan le dio un hijo por año, ¡y ya llevaban cuatro de casados! Él estaba encantado con ella y los niños. A todos decía que la amaría por siempre y ella, con sarcasmo, respondía que tantos hijos no quería.

Un buen día, Lola se levantó de madrugada, como siempre lo hacía, para alistar el desayuno de su esposo y de los niños. Estaba cansada. Su marido, la noche anterior, le había hecho el amor sin cesar; de seguro saldría de nuevo preñada, pensaba ella a disgusto.

Sentada en la mesa, se encontraba dando el biberón al menor; los otros tres estaban comiendo animosos de sus platos. La cocina olía a compota de manzanas y canela, a leche tibia y a avena, a pan tostado, huevos fritos y jamón planchado. Lo acostumbrado para satisfacer las necesidades y gustos de una familia tan numerosa. El rostro de Lola era un poema: adoraba a sus criaturas y ellos a ella. Reinaba cierto desorden en esa mesa, pero la alegría era la recompensa. El plato de su marido estaba servido, pero él no bajaba. Era extraño y ella ya se inquietaba.

Subió con el bebé en brazos hasta la recámara, puso al niño en la cuna y a su esposo agitó mientras lo llamaba:

—Juan, Juan, despierta, ¡el desayuno se enfría y llegarás tarde al trabajo!

Lola se quedó muda; se echó para atrás, aterrorizada: ¡su marido ya con ella no estaba! Entre llantos y sollozos, llamó a la Prefectura para que vinieran a ayudarla, pues su marido había muerto… ¡y tieso estaba!

Don Fernando –así se llamaba el Prefecto– llegó con su secretario, más rápido que volando. Sacaron a Lola del dormitorio para examinar al difunto y poder expedir el acta de defunción correspondiente. Juan permanecía boca arriba en la cama, completamente desnudo, y tenía una sonrisa en la boca de oreja a oreja… ¡con el pene erecto!

El secretario, al ver esto, conmocionado comentó:

—Prefecto, ¡yo nunca había visto esto… un difunto que haya muerto con esa sonrisa! —lo dijo con los ojos desorbitados y la mandíbula abierta de par en par, sin quitar la mirada del pene del difunto.

—¡Si a mí se me parara el pene como se le paró a este… yo también tendría esa sonrisa! —dijo el Prefecto sarcásticamente—. El hombre fue afortunado: murió feliz haciéndole el amor a Lola. ¡Ah! Es que esa mujer se las trae…

Cubrieron a Juan con la sábana, de pies a cabeza, siendo imposible disimular el bulto que entre sus piernas se elevaba muy indiscretamente. Al final de cuentas, determinaron que la muerte era natural y no obedecía a ningún accidente.

Desde ese momento en adelante, Don Fernando seguiría de cerca a doña Lola Gallardo. Se convertiría en su sombra. En el pueblo se murmuraba que ese seguimiento que le hacía el Prefecto a la viuda era a causa de que sospechaba que ella había sido la causante de la muerte de Juan, que su muerte no fue natural y, por ello, empezaron a llamarla –a sus espaldas– La Viuda Negra.

Lo que no sabía la gente –ni tampoco Lola– es que Don Fernando usaba como excusa la muerte de Juan para pretenderla, y quería tener en sus labios la misma sonrisa que ella a él le había dejado.

"Cuando la muerte llega con una sonrisa, los enredos apenas comienzan."


NOTA: La foto que ilustra este relato corresponde a mi madre, María Dolores Martin Chica.

8 comentarios:

  1. Hola Rosiris! tengo publicadas la segunda, tercera y cuarta parte... las otras aún no las he publicado. Un abrazo. Gracias!

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  2. ME GUSTO MUCHO LA HISTORIA DE LOLA, ME PARECE QUE LE PUEDE SACAR MUCHA PUNTA Y HACER HASTA UNA NOVELA, ES UN BONITO Y ENTRETENIDO CUENTO QUE SE PUEDE DESARROLLAR...ANA ZAMBRANO

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  3. Gracias Ana, me alegro mucho te haya gustado, la idea es entretener y pasar un buen rato juntas... y bueno, eso de "sacarle punta"... me gusta! Un abrazo y gracias por tu apoyo, lo valoro.

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  4. Bravo muy bien... sin duda eres mi Ana Hitchcock, Mi Ana Christie, Mi Ana Coelho.... besos madre.. voy a por segunda parte.. tqm.

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  5. Bello relato. Te invito Ana a escribir una novela.

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  6. Gracias Esther. Me alegra te haya gustado y tu invitación me honra. Yo te invito a que sigas leyendo los episodios de Lola, pidiendo a Dios que te gusten tantos como éste. Saludos, un abrazo. Mil gracias!

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