martes, 22 de febrero de 2011

LOLA Y SUS ENREDOS: ( VIII ) LA BRUJA






LOLA Y SUS ENREDOS: ( VIII ) LA BRUJA

Todos se encontraban reunidos esa noche en casa de Lola. Sus padres y hermanas se acercaron hasta allá, luego de enterarse de lo sucedido a Don Clemente. Las hermanas estaban tranquilas y disimulaban la risa que el suceso les provocaba… con todo el respeto debido al difunto. En cambio, los padres si se mortificaban, pensaban que tal hecho podía afectar la estabilidad emocional de su hija; qué equivocados estaban, Lola… como si nada!
- Qué quieres que te diga padre? Yo solo fui a llevarle unos presentes a Don Clemente… de lo más decente! Cómo iba a saber yo que al anciano le iba a dar un infarto de repente? Ni que yo fuera bruja… no faltaba más! - Lola dijo esto indignada, porque el muerto se lo querían adosar… esa deuda no era suya y no la pensaba pagar!
Cuando Su hermana mencionó la palabra “bruja”, Irene Margarita miró a Ana Isabel; ambas se levantaron y se fueron a cuchichear a otro lado.
- Sabes hija –le dijo Don Luis a Lola- pronto los partidos demócratas tendremos una reunión con los de izquierda, algún asunto con nosotros desean tratar. Nos invitaron a un almuerzo… no querrías venir conmigo Lola? – le dijo muy serio.
- Prefiero comer migajas en la mesa de Dios, que darme un banquete en la mesa del diablo! Ni loca voy, no cuentes conmigo padr -le contestó algo indignada Lola. El padre reventó en carcajadas y la tranquilizó.
- Solo es una broma, por nada del mundo llevaría a mi tesoro a la boca del lobo. Solo imaginaba que, de ser cierto lo que dicen de ti, los vería caer muertos a todos de un solo trancazo… qué maravilloso sería eliminar a esos comunistas del carajo! – siguió riendo al tiempo que prendía su habano.
Lola y su madre le recriminaron tal comentario, pero él no les hacía caso; estaba de buen humor. En cierta forma disfrutaba que su hija, siendo tan joven y estando viva, ya fuera una leyenda. Hace rato que los niños se habían acostado y ellos cenado; era tarde y se dispusieron a marcharse muy tranquilos, pues Lola estaba bien. Las hermanas decidieron quedarse a dormir en casa de Lola. Don Luis y Doña Ana estuvieron de acuerdo y se marcharon sin mayor dilación. Márgara se cercioró de que sus padres, efectivamente, se hubiesen marchado y de inmediato haló a Lola por el brazo y la sentó de un empujón en el sofá de la sala. Ana Isabel se les sumó, muerta de la risa.
- Qué les pasa, se volvieron locas?- les preguntó Lola toda intrigada.
- Oye bien hermana lo que te vamos a decir: mañana, muy temprano… antes de que salga el sol, tú y yo nos iremos a Santa Clara, para que te lea las cartas Doña Rosaura; Ana Isabel se quedará aquí y se encargará de los niños, tal como tú siempre lo haces- le dijo con mucha seriedad Márgara a Lola, quien no salía de su asombro ante la propuesta descabellada que le hacía su hermana. Pero no se opuso, ni siquiera protestó… estaba ya cansada de todo este asunto misterioso que a ella le rodeaba.
Sentadas estaban, esperando el turno para que las atendiera Doña Rosaura; Lola estaba como disfrazada, con ropa masculina; el cabello lo tenía recogido y oculto bajo un sombrero y lentes oscuros. No podía permitir que nadie la reconociera, pues mayores serían las habladurías y el párroco… capaz la excomulgaría.
La “Bruja” –así llamaban a Doña Rosaura- la hizo sentar frente suyo sin molestarse a alzar la vista para mirarla. Sin cruzar ni una sola palabra empezó a echar las cartas sobre la mesa… seguida del tres de Espadas, salió la Calavera y luego el cuatro de Espadas, un As de Copas y finalmente, el Rey de Espadas. Doña Rosaura recogió sus cartas, tan lentamente como las había echado y le dictó su sentencia:
- Llevas tres de siete... al final el guerrero vencerá el hechizo y quedará para reinar contigo, beberán las mieles de la felicidad. Deja lo que quieras dejar sobre la mesa y márchate!- le habló a Lola, sin levantar la vista.
Lola, que no creía en “brujas” ésta vez pensó que sí volaban. Estaba tan impresionada, por demás asustada, que no pudo mover un solo músculo de su cuerpo… toda ella era gelatina… estaba que -del susto- se meaba! Márgara se dio cuenta de lo mucho que su hermana temblaba; abrió su bolso, sacó unos billetes y los puso sobre la mesa y, como pudo – casi a rastras- sacó a Lola de donde estaba.
Durante todo el camino de regreso, ninguna de las dos hablaba. Al llegar a casa Lola le ordenó a Márgara:
- De esto… ni una palabra a nadie. Esta misma tarde iré a visitar al párroco, para confesarme… antes de que el diablo se lleve mi alma! Se persignó y se metió a hurtadillas en su casa, para que nadie -de hombre- la viera disfrazada.

Ana Margarita.-

NOTA: La foto que ilustra este relato fue bajada de Imágenes de Google. Se presume sea una foto de un dibujo de Goya. Se desconoce propietario.

4 comentarios:

  1. De todos esos amores tienes que dejar que alguno quede con vida para que pueda contar sus vivencias,ya que Doña Rosaura dijo que van tres de siete.

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  2. ajajaja qué habrá querido decir Doña Rosaura con eso de " van tres de siete"?... la vida da sorpresas!

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  3. Que los que vangan pongan las barbas en remojo!!! Estas peor que Alfred Hitchcock, estas aprendiendo mucho.

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