Perdida
Ana
Margarita Pérez Martín
“Entre
hilos de sueños, la piel recuerda lo que el alma anhela.”
Prólogo
Hay
días en que me desconozco.
Camino entre rostros y lugares familiares, pero todo me parece ajeno, distante,
como si el mundo se hubiera desplazado un poco y yo quedara fuera de su centro.
No sé si busco un lugar, una mirada, o una versión de mí que extravié sin darme
cuenta.
Solo sé que sigo andando, con los bolsillos llenos de preguntas, y el corazón
temblando entre quien fui y quien aún espero ser.
Este es uno de esos días: un intento por entenderme entre los hilos sueltos de
mis propios sueños.
Caminando.
A plena luz del día.
Mirándolo todo…
con ansiedad escondida.
Caminando
sin brújula,
desnuda de rumbo,
hallándome totalmente perdida.
Mi vida la
sostiene
una maraña de sueños;
frágiles hilos que tiemblan,
que se enredan,
que apenas me sostienen.
Me siento
como agua estancada:
espejo sin reflejo,
sed que se esconde,
transparencia que se evade,
un sorbo que se escapa…
quien siempre espera
el roce de un río vivo
que la penetre, la despierte,
y la haga fluir con la corriente?
Hacia un océano agitado, vivo, en movimiento;
Lejos del lago apacible, donde no azota el viento.
Epílogo
Quizá
perderme era necesario.
Tal vez solo desde el desconcierto podía aprender a escucharme sin ruido, a
mirarme sin miedo. He comprendido que no todo vacío es ausencia: algunos son
espacio para lo nuevo, para lo que aún no se atreve a nacer.
Sigo caminando, sí, pero ahora con la certeza de que cada paso, incluso los
errantes, me acercan a mí.
Ya no temo al silencio ni a la quietud. Porque empiezo a sentir, muy dentro, el
rumor de un río que despierta…
y sé que, al fin, volveré a fluir
“Solo el roce de lo vivo puede
hacer fluir lo que permanece estancado.”
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