domingo, 2 de noviembre de 2025

RAÍCES DE UN AMOR CALLADO

Raíces de un amor callado

“Un secreto guardado bajo la sombra de un flamboyán.”

Ana Margarita Pérez Martin

El parque no era paisaje, era antesala. Yo avanzaba como quien cumple una cita secreta. El aire húmedo se me pegaba a la piel; las aves alzaban vuelo a mi paso, y todo en el entorno parecía abrirse para dejarme llegar hasta él.

El Flamboyán me esperaba. Orgulloso, erguido, cubierto aún de flores desafiantes. Nadie más lo miraba como yo; nadie lo reclamaba. Pero yo lo hacía mío en silencio.

Me tendía bajo su sombra, entregada, con el sudor resbalando lento por mi piel. El roce de la brisa —como amante invisible— me secaba con la paciencia de quien sabe que la espera es parte del juego. Cerraba los ojos, hundía mi cabeza entre los brazos, descansaba mis piernas en su tronco dócil, y me dejaba poseer por la calma.

Entonces lo incitaba, traviesa, con una orden que nacía, entre risa y deseo, al ritmo de mis pies:

—¡Baila!

Y bailaba.

Las mariposas estallaban en vuelo desde sus flores, como si la naturaleza misma me obedeciera. Una explosión breve, multicolor, que me erizaba la piel. Era solo para mí; nadie más lo contemplaba. Ese secreto me pertenecía, como me pertenecía él en mis pensamientos.

Un suspiro profundo me atravesaba. No necesitaba tocarlo para sentirlo. Me bastaba recordar sus letras, perfectas, para dejarme herida de admiración. Y, sobre todo, me bastaba su voz. Esa voz que no decía palabras: me recorría como un roce bajo la piel, como una vibración que me estremecía por dentro.

Huía de él siempre que podía, porque temía que descubriera lo evidente: mi corazón desbocado, latiendo como si su sola presencia pudiera desnudarme.

Así lo vivía: deseándolo en silencio. Saboreándolo de lejos. Bebiendo cada mirada, cada gesto suyo, como si fueran gotas de un elíxir mágico que me mataba y resucitaba a un mismo tiempo.

Con solo verlo respirar, yo me elevaba. Con solo sentirlo cerca, yo descendía.

Me descubrí dueña del universo, amándolo en silencio;
como una flor abierta a la luz,
con las raíces firmes de un amor callado.

“Él nunca lo supo y, sin embargo, todo en mí hablaba de él.”


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