Raíces de un amor callado
“Un secreto guardado bajo la sombra de un flamboyán.”
Ana
Margarita Pérez Martin
El parque no era paisaje, era antesala. Yo avanzaba como quien cumple una cita secreta. El aire húmedo se me pegaba a la piel; las aves alzaban vuelo a mi paso, y todo en el entorno parecía abrirse para dejarme llegar hasta él.
El
Flamboyán me esperaba. Orgulloso, erguido, cubierto aún de flores desafiantes.
Nadie más lo miraba como yo; nadie lo reclamaba. Pero yo lo hacía mío en
silencio.
Me
tendía bajo su sombra, entregada, con el sudor resbalando lento por mi piel. El
roce de la brisa —como amante invisible— me secaba con la paciencia de quien
sabe que la espera es parte del juego. Cerraba los ojos, hundía mi cabeza entre
los brazos, descansaba mis piernas en su tronco dócil, y me dejaba poseer por
la calma.
Entonces
lo incitaba, traviesa, con una orden que nacía, entre risa y deseo, al ritmo de
mis pies:
—¡Baila!
Y
bailaba.
Las
mariposas estallaban en vuelo desde sus flores, como si la naturaleza misma me
obedeciera. Una explosión breve, multicolor, que me erizaba la piel. Era solo
para mí; nadie más lo contemplaba. Ese secreto me pertenecía, como me
pertenecía él en mis pensamientos.
Un
suspiro profundo me atravesaba. No necesitaba tocarlo para sentirlo. Me bastaba
recordar sus letras, perfectas, para dejarme herida de admiración. Y, sobre
todo, me bastaba su voz. Esa voz que no decía palabras: me recorría como un
roce bajo la piel, como una vibración que me estremecía por dentro.
Huía
de él siempre que podía, porque temía que descubriera lo evidente: mi corazón
desbocado, latiendo como si su sola presencia pudiera desnudarme.
Así
lo vivía: deseándolo en silencio. Saboreándolo de lejos. Bebiendo cada mirada,
cada gesto suyo, como si fueran gotas de un elíxir mágico que me mataba y
resucitaba a un mismo tiempo.
Con solo
verlo respirar, yo me elevaba. Con solo sentirlo cerca, yo descendía.
Me
descubrí dueña del universo, amándolo en silencio;
como una flor abierta a la luz,
con las raíces firmes de un amor callado.
“Él nunca lo supo y, sin embargo,
todo en mí hablaba de él.”
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