domingo, 2 de noviembre de 2025

ESOS OJOS...



ESOS OJOS…

Ana Margarita Pérez Martin

Mírate. Tus ojos no reflejan lo que ves: revelan lo que eres.”

Siempre eliges el silencio. Guardas distancia, como si temieras que las palabras, una vez liberadas, no pudieran volver atrás. Aprietas la mandíbula, cierras la boca. No sé si no quieres hablar o si, simplemente, no puedes. Tal vez temes que, al hacerlo, la verdad te desborde y no haya retorno posible.

No eres un misterio, aunque lo aparentes. Eres más bien un pensamiento inconcluso, una emoción suspendida entre lo que callas y lo que anhelas decir. Pero tus ojos… tus ojos son la grieta por donde se cuela tu alma.

Ellos hablan. Cuentan historias sin pronunciar sonido. No lo hacen por lo que han visto, sino por lo que te han hecho sentir y por lo que han hecho sentir en otra piel. En su fondo habita el vaivén de la vida: la alegría y la herida, el desvelo y la calma. En ellos cabe la existencia entera.

El tiempo transcurre, intenta opacar su mirada… pero la pasión los mantiene encendidos. Son faroles que resisten la penumbra, testigos silenciosos del deseo y la memoria. Tus ojos no solo miran: murmuran, estremecen, laten. En su brillo se mezclan los sueños y las huellas del pasado, como si cada destello contuviera una historia diminuta, un secreto que no sabe callar.

Cada parpadeo es una letra. Ellas se juntan, murmuran. Te delatan. Cada mirada es un susurro al tiempo, un desafío a la espera y a la distancia. Tus ojos registran lo que no puede decirse: la emoción, la pérdida, la esperanza. En ellos se desnuda tu “yo” más profundo, ese que rara vez dejas ver.

Y cuando los miro —tus ojos, que de algún modo también son míos—, siento que todo vuelve a comenzar. Que cada amanecer nace ahí, en ese reflejo donde la vida se reinventa una y otra vez.

Porque en tus ojos habita todo lo vivido y lo soñado.
Son la puerta que se abre a cada historia que escribo… y a las que aún esperan ser contadas.
Y al mirarlos, descubro que no me reflejan: me revelan.
Son espejos infinitos donde mi alma se reconoce en la tuya,
y en ese reconocimiento dejo de ser una sola.
Tú eres mi espejo, y yo —al mirarte— soy el reflejo que aprende a existir.

“Hay verdades que solo los ojos saben contar.”


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