miércoles, 11 de agosto de 2010

Cooooooooooorre... que te agarraaaaaaaaaan!




Nacer... es un milagro; pero nacer en una época de abundancia y paz... es tremenda suerte! Eran las vacaciones escolares, y el tan ansiado viaje a LOS CARACAS... se hizo realidad, una vez más. El Complejo Vacacional era estupendo... era el lugar perfecto para el encuentro juvenil. Poseía todo lo que se necesitaba... hectáreas de naturaleza, ríos, playas... cine, salas de diversión... y kilómetros de vías para manejar las bicicletas o andar en patines.
- Papá... falta mucho?
- No mi turquita... pronto verás el mar..
- Me avisas papá!
-Si, mi niña, yo te aviso...
Mi inquietud, lo cual me caracterizaba, se veía aplacada por la confianza que él me inspiraba. Como era la más alborotada... iba atrás. Ese asiento era exclusivo para mi; todos miraban hacia delante ... y yo hacia atrás. Mi lugar era privilegiado. Podía hacerle muecas o sacarle la lengua al conductor que nos seguía... o simplemente saludarlos, repetidamente, hasta fastidiarlos. Mis padres en los asientos delanteros, mis tres hermanos en el del medio y yo, como una reina... sola en ese gran asiento. Podía yo recostarme y sacar los pies descalzos por la ventana... sin que mi padre me viera. Era enorme y cómoda esa camioneta Chevrolet Ranchera... vino tinto... toda ella! El viaje transcurría de curva en curva... por la carretera vieja; a pesar de estar hecho el viaducto, que en su tiempo... era una maravilla moderna! Al entrar a Maiquería mi padre anunciaba el avistamiento del mar... como capitán de barco que avista tierra: - El mar... el mar! - El mar, el mar, el mar, el mar, el mar... Repetíamos nosotros en coro y con mucha algarabía! Ya, a partir de La Guaira... era un festejo ambulante lo que allí acontecía. La primera semana... la pasaba feliz; mi padre con nosotros la compartía. Luego se iba a trabajar, y nos visitaba los fines de semana; hasta que transcurrido el mes, nos venía a buscar para llevarnos de regreso a casa. Finalizada aquella... después de su partida... ponía yo mala cara... me la pasaba seria y callada... me hacía mucha falta... sin él, no era la misma vaina! Después de un largo y asoleado día de playa, de montar bici, comer y quitarnos el agua salada... se reunían una veintena de muchachos en la plaza central del conjunto residencial.... o en la avenida, al lado del río, si estábamos por Vega Luna o Vega Larga. Con la piel lozana y bronceada... los muchachos y muchachas se miraban; ellos con manos nerviosas sus cabellos alisaban, y ellas... les coqueteaban, acomodándose las faldas. Las incipientes hormonas flotaban en el aire... parecían luciérnagas locas que, entre sí, chocaban. Entre cuentos y miradas... ellos se reían a carcajadas; yo de cerca los obsevaba... mis hermanos mayores en el grupo estaban... y para donde quiera que iban... yo me les pegaba y, de todo evento -al igual que ellos- lo disfrutaba! La dictadura había quedado atrás y reinaba la democracia. Eran una época tranquila... que podía pasar... que nos preocupara? Distraída como estaba... viendo para todos lados... porque no me quería perder de nada; me quedé aturdida al ver que todos corrian.... como si algo les espantara. Corrian como locos, en direcciones diferentes... solo se oían sus rápidas pisadas, dejando -algunos- sus tenis y chancletas botadas; unos gritaban y otros mandaban a que callaran. Asustada estaba... no comprendía lo que pasaba. Mi hermano Juan Luis, viendo que rezagada me quedaba... me grito muy fuerte: coooorreeeeee... que te agarran! Empecé a correr tras él hasta que pude alcanzarlo; nos escondimos entre unos arbustos y nos quedamos bien callados. Era tal el pánico en el que yo me encontraba... que el corazón en la garganta me asfixiaba. Veía bien su rostro, porque la luna lo iluminaba; sus ojos grandes y desorbitados con la mirada me silenciaba. Su frente sudaba y su respiración se agitaba; yo quería preguntarle... pero él la boca -con sus dos manos- me tapaba.

- Cállate Margarita -susurró a mi oído- no digas nada, porque si nos encuentran... nos agarran!
De repente, vi como su cara se desencajaba... una sombra sobre él se posaba. Lentamente se puso de pie y emprendió una carrera calzada abajo... como si animal salvaje lo acechara! Me dejo solita... me sentí a mi suerte abandonada. Sentí la presencia extraña a mis espaldas; de cuclillas -como estaba- toda la piel se me erizaba, y sobre mis pies... mi orine se derramaba... estaba aterrorizada! Me dieron un empujón por detrás... que entre los arbustos me hizo rodar. Como pude, me incorporé... solo para ver como todos salian de sus escondites y corrían apresurados hacia el gran Jabillo; entre gritos y risas -y al unísono- gritaron... TAIMA! Desconcertada como estaba... poco a poco logré entender... que sólo jugaban a LA ERE... y yo de pendeja -por la distracción e inocencia- corrí tan asustada pensando que de otro asunto se trataba... perdiendo mis Keds y quedando toda meada!

1 comentario:

  1. Jejeje suspenso total hasta el final, muy creativa la forma de mantener al lector es ascuas, fresco y ligero como los niños protagonistas :)

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